El otro día, un periódico nacional contaba que el expediente de indulto de Baltasar Garzón se había perdido en el trayecto que va de la sede del ministerio de Justicia a la del Tribunal Supremo, que por lo visto es de kilómetro y medio. El esperpento de la noticia no era eso, en un país donde cada dos por tres aparecen en los cubos de basura de la calle informes médicos de hospitales que nadie ha tirado. No. La sinrazón de que un expediente judicial como ese desapareciera está en que los envían por correo postal ordinario. O sea, que un funcionario mete los papeles en un sobre, escribe una dirección y un remite, y después de ponerle unos sellos, lo deja en un buzón. Tal cual. En los tiempos del correo electrónico, el archivo en la nube, y la administración electrónica, Justicia manda documentación sensible usando carteros.
De todos modos, no me extraña. Somos la nación de la burocracia cutre y chapucera. Aquí se puede solicitar una tarjeta de crédito o un crédito personal por internet, pero en muchos ayuntamientos hay que ir a hacer cola en una ventanilla para pedir un certificado de empadronamiento, o rellenar catorce impresos por duplicado para hacerse autónomo. Las multas de tráfico se pueden recibir en un buzón virtual, pero para cambiar los datos de domicilio del coche hay que ir a un mostrador a entregar fotocopias y a que te estampen un sello de caucho en una cartulina del tamaño de medio folio para llevar en la guantera. Allá por 2.005 o 2.006, que no me acuerdo, se implantó el DNI electrónico, para poder decir que España era moderna y tecnológica, y a fecha de hoy vale para lo mismo que el antiguo de plástico: para nada. Y encima si se le moja el chip, se oxida y mancha la cartera.
Hace unos días intenté realizar un trámite en la web del SEPE, y no pude porque el sistema no está preparado para los navegadores con las últimas versiones de codificación. También he intentado acceder a la oficina virtual de la Agencia de Protección de Datos a ver cómo va una denuncia que puse contra un taller por no ocultar mi dirección de mail en un correo publicitario masivo, y tampoco pude porque parece ser que la página tiene un fallo de seguridad que la hace vulnerable para el tipo de navegador que yo utilizo. Esta es la España 2.0 que tenemos, muy del estilo de ‘Paco Martínez Soria’ por muchos planes de implantación de nuevas tecnologías que se lleven aprobando desde hace años (a los que, por cierto, cada vez se destina menos presupuesto, como si ya estuviera todo el trabajo hecho). El ejemplo del ministerio de Justicia es palmario. Solamente le faltaba hacer una compra de caballos para repartir su correspondencia, aunque quizás así no se perdería nada por el camino.