PUBLICADO EN DIARIO MONTAÑES , 2 marzo 2016
No es necesario ser un avezado analista político para saber que los apoyos obtenidos por Podemos o por Ciudadanos han sido recogidos entre el electorado que tradicionalmente los depositaba entre PSOE y PP. Son votos prestados basados en el liderazgo de Iglesias o Rivera, dos políticos surgidos en contextos diferentes. Rivera, obtuvo su éxito ante la inacción frente al nacionalismo catalán y posteriormente lanzó su formación con un mensaje de regeneración al resto del país, aunque haya que mirar con lupa para encontrar diferencias que le distingan del centro derecha hasta ahora representado por el PP.
Podemos y los grupos que lo integran, unen tras si la ideología de una izquierda hasta ahora representada por el PSOE e Izquierda Unida. Iglesias es el representante del movimiento contestatario iniciado en las acampadas de la Puerta del Sol y el radicalismo de cátedras impregnadas de totalitarismo. Y lo hace aunando el comunismo más rancio con mensajes de cambio total hacia una sociedad hastiada por la crisis económica y la corrupción.
Pero en política, existen solo dos posturas posibles. O los partidarios de otorgar más fuerza al Estado que al individuo para garantizar su protección o los que prefieren dejar la libre iniciativa individual como motor de la sociedad, y que el Estado actúe como simple arbitro. Cuando surgen terceras fuerzas, casi siempre asientan sobre el protagonismo de algún personaje, sin base ideológica nueva, y duran en tanto el líder se mantiene, para acabar disolviéndose tras su desaparición, o quedar reducidas a minúsculas opciones intermedias. Estos partidos políticos sustentados en el carisma mediático, suelen desvanecerse cuando el líder desaparece o queda aislado. Ocurrió con el CDS de Suárez y con la UPyD de Rosa Díez que intentaron ser alternativas frente al descontento y acabaron en nada. Si Iglesias, como Rivera, se retirasen del mapa político, quedaría el vacío tras ellos. ¿Serían los diputados Errejón o Cantó, la alternativa que entusiasmase a los electores?.
Por otra parte, si el PSOE se uniera a la amalgama de Podemos, iniciaría un viaje hacia una izquierda radical poco equiparable a cualquier socialdemocracia occidental y cuando Ciudadanos une sus fuerzas al PSOE, sus votantes podrían desvanecerse, al haber obtenido su fuerza de los irritados con la actuación del PP. Pensar que los deseos de cambio de una parte del electorado, tras el continuado espectáculo de la corrupción o el azote de la crisis económica, se pueden resolver en cambalaches de despacho, es solo una frustración más que se añade al desencanto general, donde la toma de decisiones políticas importantes chocarán entre si, con crisis internas continuadas que mantendrán gobiernos inestables o de escasa eficacia. Y entre tanto, los problemas económicos aumentarán, aunque se hayan satisfecho las ansias de alcanzar el poder, a través de pactos con promesas de cambios imposibles de lograr. ¿ Cómo pueden cambiarse la Constitución o las leyes orgánicas sin amplias mayorías parlamentarias?. ¿Cómo se resolverán las amenazas secesionistas con el condicionado apoyo de sus partidarios?. ¿Cómo confiaran los inversores extranjeros en un gobierno marcado por la inestabilidad, las contradicciones en política económica y el continuo cambio?.
Somos especialistas en iniciar viajes de destino incierto. Tan pronto proclamamos la primera Constitución liberal europea, como la derrocamos al grito de ” vivan las cadenas”. Con la misma ilusión elegimos repúblicas como las deshacemos en guerras cantonales o en un sangriento conflicto civil. Igual apoyamos un régimen autoritario mantenido cuatro décadas, como pretendemos borrar todo vestigio de su existencia histórica. Con la misma fuerza nos oponíamos al ingreso en la OTAN como pasamos a dirigirla. Y con el igual entusiasmo se alabó una Transición a la democracia , como ahora se critica buscando nuevos senderos.
Queda solo la esperanza de no comprar nuevamente el billete del viaje a ninguna parte.