HAY QUE, HAY QUE, HAY QUE …

Publicado en DIARIO MONTAÑES, 12 mayo 2016

Me interesa el futuro porque es el lugar donde voy a pasar el resto de mi vida.
Woody Allen

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Ahora que casi estamos otra vez en periodo electoral, los partidos políticos insisten en la necesidad de regenerar la vida política. En sus mensajes todos dicen que hay que reformar la constitución, que hay que mejorar la enseñanza y la justicia, que hay que modernizar la contratación laboral, que hay que luchar contra la corrupción, que hay que cambiar el sistema de pensiones. Hay que… hay que… hay que… Pero ninguno concreta cómo.

A tenor de los debates habidos parece que la corrupción de los demás es el mayor problema. Se ha impuesto el mensaje negativo, donde al adversario no se le combate con argumentos, sino con descalificaciones personales. Más que el pacto, se impone el rechazo y la exclusión. Más que la cooperación para resolver problemas, se defiende la creación de frentes opuestos. Más que la llamada a levantar un país, se esgrimen banderas de lucha. Y entretanto , unos por otros, con el ” tu mas”, la casa sin barrer.

Si los desafíos independentistas de Cataluña o del País Vasco se solucionan con una reforma constitucional, aun estamos esperando conocer en qué consistiría esta. Si las pensiones del futuro deben asegurarse con cambios en la Seguridad Social, nadie dice cómo. Si la enseñanza precisa una reforma urgente, ninguno concreta de qué forma. Si el déficit económico es una losa que hipoteca el futuro, mientras unos proclaman que hay que renegociar la deuda ignorando la opinión de los acreedores, otros insisten en que hay que reducir gastos sin precisar en qué partidas, con la sempiterna persecución del fraude fiscal y el aumento de impuestos para los ricos.

España tiene una deuda superior al 90 % de su PIB, es decir que la mayoría de lo que produce se destina a pagar los préstamos obtenidos y cada españolito se enfrenta a un futuro en el que debe pagar 23.000 euros, aproximadamente lo que ingresa una familia media al año. Pero existe un paro laboral del 20 % y una Seguridad Social amenazada de quiebra, una población envejecida con más de ocho millones de pensionistas, donde cada dos trabajadores activos deben ganarse su vida y sostener a otro inactivo. Una justicia que tarda años en resolver cualquier tema, con sorprendente inacción de los fiscales y la lentitud de los jueces; una administración duplicada en dieciocho sistemas autonómicos con reglamentaciones diferentes que aumenta su déficit año tras año compitiendo entre si, olvidando que los auténticos competidores se encuentran más allá de nuestras fronteras.

Padecemos una enseñanza sometida a cambios constantes, cada uno más ineficaz que el precedente, convencidos que nuestra generación de estudiantes es la mejor preparada, y existe un desafío independentista que pone en riesgo la estabilidad nacional y, de triunfar, la pérdida de la cuarta parte del PIB, junto a un largo etcétera de problemas cuya solución nadie concreta.

Todo esto no parece ser prioritario en el debate político, donde importa mas cuantos imputados por corrupción tiene cada partido y el origen del dinero que les financia. Aunque me indigne, me preocupa mucho menos conocer la identidad del siguiente sinvergüenza o de quien tenga una cuenta corriente en Panamá o Suiza que lo que piensa hacer un aspirante a gobernar con la Administración del Estado, la Justicia, la Educación o los impuestos. Me importa más que nuestros estudiantes sepan hablar ingles, que vasco, catalán, gallego o valenciano. Y quiero saber cómo va a abordarse la reforma de la Seguridad Social y la reglamentación laboral, más que la política de subvenciones o los trazados de las nuevas vías del AVE. Todo ello es mucho más importante que el debate sobre la memoria histórica, la reducción del IVA para la cultura o la persistencia de las Diputaciones provinciales.

Porque una cosa tengo clara. No quiero que me cambien el modelo de sociedad en la que vivo, sino que mejoren su funcionamiento. Y que no me vengan con grandes proclamas o descalificaciones personales, sino que aporten soluciones concretas. Lo demás sobra.