El otro día me envió José Manuel un vídeo de la iluminación navideña en el ayuntamiento de Santander. Todo color, con música, alegre, divertida, muy en la onda moderna de lo que se lleva ahora. Confieso que mi primer pensamiento fue para De la Serna, ‘el alcalde que siempre quiso ser ministro y por fin lo es’. Ha sido irse y notarse un algo como de que ya no está y manda otra. Aunque fuera él quien diera el visto bueno a la decoración, la sensación que produce es como de liberación, como ese ‘por fin’ que sueltan los que no aguantan a su suegra en cuanto sale el domingo por la puerta de casa después de comer.
Que la nueva alcaldesa de Santander no es el anterior alcalde es una obviedad. No se parecen en nada. Ni en lo humano ni en lo político, ni en su carácter ni en sus capacidades, ni en sus aspiraciones ni en sus pretensiones. Igual y De la Serna son divergentes, muy diversos. Yo conozco a los dos, y me quedo con la alcaldesa.
Ya tengo escrito lo que opino del ministro, eso de que es un engreído soberbio y sin más aptitudes sociales que la de sonreír mucho mirando por encima del hombro. Gema Igual me parece otra cosa. Cercana, sencilla, amable, dispuesta, trabajadora. Del PP, conservadora, en la otra orilla ideológica a la mía, pero con un sentido práctico de la política y una idea social y humana de su trabajo que la acerca tanto a la gente como aleja al ministro de la empatía y las habilidades sociales. Otra cosa es la orientación del programa que debe cumplir, con el que difiero. Pero al menos, mientras lo cumple, pondrá otra cara y tendrá otro talante.
No fío el crédito de mi opinión, si es que tengo alguno, a todo esto que me parece Igual. Ya no lo hago por casi nadie. Pero la marcha del soberbio de De la Serna tiene que ser una oportunidad para, al menos, dar por el saco de otra manera, más amable, menos pija, más pensando en los vecinos, menos tratando de medrar. Ahí está la ventaja de la alcaldesa y la oportunidad de los santanderinos. Y el resto llegará por añadidura…