En Cantabria se ha vuelto a celebrar una fiesta, ajena al sentimiento popular, que es el Día de las Instituciones, una demostración del folclore local, con pasacalles y conjuntos gaiteros ante la presencia de la clase política, elegantemente vestida para la ocasión. Normalmente las fiestas hacen para conmemorar un hecho histórico o un motivo religioso. Dedicar un acto festivo en honor de las Instituciones resulta tan extraño , como honrar con un festejo al Tribunal Supremo.
En ese Dia de las Instituciones, últimamente viene siendo habitual en los discursos que, aparte de la exaltación a los valores de la región , no se hable de los logros de la Autonomía sino de sus carencias, convirtiendo el acto en un eco del debate político o de lo que se proclama en las ruedas de prensa, añadiéndole un componente de lamentación, dirigido hacia lo que el Gobierno central hace o deja de hacer por Cantabria, según el criterio del gobernante autónomo de turno.
Este año el Presidente Regional se ha adornado con un discurso lleno de afirmaciones como “No nos va a humillar, somos pocos pero con honor y exigiremos que paguen lo que nos deben”, “Los españoles nos quieren, pero el Gobierno de España nada”, tan aplaudido como si estuviese en una de sus habituales apariciones televisivas, mostrando su malestar frente a un Gobierno que “premia las deslealtades y es desleal con los leales”, en alusión a los acuerdos alcanzados para la aprobación de los presupuestos del Estado. En un acto institucional estas afirmaciones desentonan, pero cuando un Presidente las realiza tras llevar dos legislaturas dirigiendo la región, con gobiernos centrales de distinto signo, es que algo falla en su gestión.
Como es lógico no se mencionaron las pérdidas que han supuesto algunos fallos frecuentes de la administración autonómica, achacando su exclusión a un error burocrático la fracasada declaración de múltiples fiestas locales, como el Coso Blanco de Castro Urdiales, la Folía de San Vicente de la Barquera, el Día de Campoo de Reinosa, la Gala Floral de Torrelavega, el Carnaval de Santoña y el Día de Cantabria en Cabezón de la Sal para que alcanzasen el reconocimiento de Interés Turístico Nacional. También fue, al parecer, un fallo administrativo, la pérdida de 22 millones de euros dedicados al hospital Valdecilla, por pedirlos fuera de plazo. Y quizás también fuesen fallos administrativos la oferta de empleo público para combatir el paro de 500 puestos de profesores con un sueldo de 560 euros a la que solo se presentaron 180, mientras que en una convocatoria para 24 plazas de barrendero acudieron 1.470 candidatos.
A estos datos se añaden otros que muestran la pobre situación económica de una región donde la afiliación a la Seguridad Social ha caído en 4.000 personas desde que PRC y PSOE gobiernan juntos. O la reducción de 12 millones de euros en el presupuesto de Educación, mientras se regula la sorprendente genialidad de un calendario escolar descabellado y único en España. O que Cantabria sea un lugar donde no sólo no se genera empleo, sino que se destruye, cuando ocurre lo contrario en el resto de las comunidades autónomas. Todo ello, seguro que por culpa de Madrid. Y por supuesto, nada se dice sobre el dato de que el presidente de Cantabria, y los ocho consejeros del Gobierno regional gastaron el pasado año 21.300 euros en dietas . Una minucia, añadida a sus sueldos habituales, en la que no suele haber errores administrativos.
Pero de todo esto no se ha hablado, sino que se ha elegido la vía del discurso llorón, de la continúa demanda y el agravio, como un adolescente que, incapaz de resolver sus problemas, achaca sus frustraciones a otros, convirtiendo el Dia de las Institucioness en el Dia de las Lamentaciones.