CARTAS DESDE ESTA GUERRA (I)

Amigo mio.

Hoy vuelve a llover, pero da lo mismo. Llevamos 25 días encerrados en nuestras casas sin más motivación para aguantar que aguantar. Cada día se parece tanto al anterior, y al siguiente, que da miedo. La enfermedad se cierne por las calles, que no entiendo yo cómo puede ser eso si están vacías, y nosotros estamos inmisericordemente cautivos de ella

Cuando todo empezó, después de las risas de los primeros contagios en el extranjero, parecía que no íbamos a tener de qué aburrirnos. El tiempo que siempre nos ha faltado, ahora nos sobra para hacer cosas. Pero también tener tiempo causa hastío, mucho hastío. Y si en otros momentos saltar por encima del tedio es fácil, no poder salir a la calle ahora lo hace casi del todo que imposible. El sopor del pasar de las horas entre cuatro paredes es, sin duda, lo peor de esta condena.

Escucho cada mañana el parte de los expertos, y he dejado de escuchar a los políticos que nos gobiernan. Aquellos me generan ansiedad, es verdad, porque dan los datos tan crudos que no se digieren fácilmente. Estos otros me provocan una profunda  aversión, porque no están a la altura de un desastre nacional como el que nos asola. En realidad, hace mucho que nuestra clase dirigente perdió el norte y no hacen otra cosa que insultarnos y el ridículo. La decencia se les ha quedado en casa, y no parece que vaya a salir de ahí ni siquiera al tiempo en que lo hagamos nosotros.

Me abruma la solidaridad que estoy viendo estos días. La gente que puede se ofrece a ayudar a la que no puede. Nunca hubo tantos voluntarios para tanto. También la gente sale a balcones y ventanas a agradecer con aplausos a los que están luchando en los hospitales contra la enfermedada. Eso por la noche, porque por la mañana salen igualmente a acusar a los que van o vienen a la compra, o a los que pasean a sus perros. La camaradería y el compañerismo son de ida y vuelta, y han regresado los chivatos.

Te estimo, y espero verte pronto de nuevo. Quizá recuperemos nuestros espacios, y nuestro momentos, aunque este tiempo debemos darlo por perdido. Si algo llevo aprendido desde que estoy confinado es que el ayer, amortizado para siempre, no será el modelo del mañana.

Suerte, ánimo, y hasta la siguiente.