Felipe VI va a ser un buen Rey. Si, o no. A priori eso no es algo que pueda asegurarse, por mucho que don Felipe sea ‘el heredero mejor preparado de la historia de la dinastía’ como todo el mundo se encarga estos días de resaltar, muchos sólo por dar jabón. Felipe de Borbón ha sido educado para ser Rey, y ha vivido junto a su padre los más importantes momentos de la historia moderna de España. Pero eso no es un aval para que la cuenta del haber de su reinado haya de ser más abultada que la del debe. Se verá con el tiempo, y sobre todo con su actitud frente a los retos que la ciudadanía tiene por delante. De su capacidad de empatizar y de ser asertivo, de su inteligencia para proponer e impulsar, de su prudencia para reinar siguiendo el ritmo de los españoles, dependerá que sea un buen rey. Y en ello le va que la corona, dentro de muchos años, pase con igual normalidad que él ahora la recibe a su hija Leonor.
Letizia va a ser una buena reina. Si, o no. La reina no es soberana, con lo que lo que haga influirá en la imagen de la Corona pero no, desde luego, en el papel y en el reconocimiento de los ciudadanos de su esposo como Rey y como Jefe del Estado. La nueva reina va a tener difícil superar el nivel de respeto y cariño que ha conseguido la Reina Sofía. Su permanente esfuerzo por acercase a un pueblo que es el suyo por adopción le ha hecho acreedora del respeto y la admiración de una inmensa mayoría de los españoles, dicen las encuestas que con mucha distancia respecto a su marido. Desde su llegada a la Familia Real, Letizia Ortiz se ha colocado en los dos extremos en la valoración de los ciudadanos, ubicada en ambos lados gracias a un amplio seguimiento mediático, en algunos casos con filias y fobias exageradas y muy radicales. Siendo reina, la lupa que la vigila será de mayor aumento, con lo que más remedio no tendrá que cuidar por dónde va poniendo los pies.
Leonor será reina. Si, o no. La proclamación de la tercera república es una reclamación recurrente de la izquierda en fechas señaladas. Entre los jóvenes es, además, una opción mayoritaria que entienden más ‘actualmente normal’ que la de una jefatura del Estado que se hereda por razones de sangre. Los 39 años de reinado de Juan Carlos I suman muchos más éxitos a considerar que errores a reprochar. Pero la consolidación de la democracia y la cotidianidad de los derechos y libertades que de ella se derivan han alejado la figura del Rey y su servicio a España del imaginario colectivo. De la respuesta que el nuevo rey de a las aspiraciones ciudadanas dependerá la recuperación de la monarquía de su declive de los últimos años, y de ello, que la futura Princesa de Asturias pueda mantener sus opciones a ser Reina de España.
Don Juan Carlos será un buen Rey emérito. Si, o no. No puede negarse, sin caer en el ridículo, el papel impagable del Rey en el camino recorrido por los españoles desde el año 1.975 para la recuperación de la democracia. Ni el prestigio internacional que ha ido acumulando durante su reinado. Ambos son un valor tanto para la corona como, sobre todo, para nuestro país. Felipe VI haría mal en desaprovechar el capital acumulado por don Juan Carlos durante su reinado, tanto dentro como fuera de España. Además, el Rey no ha conocido ocupación alguna distinta de la de ser primero posible monarca y después Jefe del Estado. Parece difícil que pueda hacer otra cosa distinta que la de seguir sirviendo a los interesas nacionales, desde luego en el papel que su hijo quiera otorgarle.
La Reina Sofía seguirá siendo ‘la Reina’. Si, o no. De todos los miembros de la Familia Real, doña Sofía es la que atesora la más alta estima de los ciudadanos, especialmente en los últimos tiempos, con el declive en la percepción de su marido como monarca y el discurrir en la situación judicial de su yerno y de su hija Cristina. La Reina ha sabido trabajarse la imagen profesional y dedicada que tiene, no sólo por haber estado junto al monarca durante los años más complicados de la restauración democrática, y en los anteriores, sino por haber conseguido hacerse un hueco con su labor social, humanitaria y cultural en la historia cotidiana de España, sin aspavientos ni concesiones a la frivolidad. Sofía de Grecia es un valor indiscutible de la Corona y un puntal de la institución, y eso estoy seguro de que los españoles no vamos a guardarlo en el trastero del olvido ni fácil ni pronto.
La infanta Elena pasará al olvido. Si, o no. De siempre se ha dicho que es cercana y de trato sencillo como su padre. Los claroscuros de la Corona en los últimos años y el escándalo judicial de su hermana y de su cuñado, la han empujado escalones abajo en su papel en la Familia Real. Ha pagado el pato en la regeneración de la imagen de la monarquía, en decadencia por culpa de un chorizo, una lerda, un elefante, una presunta princesa alemana y varias operaciones de cadera. Doña Elena ha asumido con resignación y responsabilidad un papel secundario que no es culpa suya, sino de las circunstancias. Con la llegada al trono de su hermano Felipe, la Duquesa de Lugo cesará de forma ordinaria en las labores de representación de la Corona, y dejará de vérsela en público con la asiduidad del presente. Pero la hija mayor de los Reyes forma parte del paisaje nacional desde hace más de 40 años, y de eso es difícil pasar página.
La Duquesa de Palma de Mallorca será juzgada con su marido. Si, o no. Si hay indicios para ello, debería serlo. Y si no los hay, habría de hacerse por restaurar su honor, ese que la ciudadanía, y su propia familia, han decidido poner en cuarentena. Quienes en el ámbito judicial y fiscal se han convertido en sus defensores sin ser su papel deberían entender que así le hacen un flaco favor. La infanta ya tiene abogados, de prestigio y capacitación probada. Siendo más papistas que el Papa, estos portavoces anticipados de su inocencia desde instancias que están para otra cosa, como resolver recursos o acusar, han hecho buena la extendida creencia de que doña Cristina recibe trato de favor, y por consiguiente la Justicia no es igual para todos. Esa factura también ha tenido que pagarla el Rey Juan Carlos, seguramente sin comerlo ni beberlo. Las cosas, a la luz de lo que se publica, pintan feo para la hermana de don Felipe, cuya estrategia de distanciarse de ella y del presuntamente canalla de su marido ha sido acertada para poder comenzar su reinado sin más lastres familiares que los de tener un cuñado sinvergüenza y una hermana, en el peor de los casos, directamente imbécil.