Desde el antiguo imperio

Una de las cosas que siempre he llevado a rajatabla de las muchas que me enseñaron mis padres, es la de empezar por el principio, por la presentación.

Soy fulanito de tal y tengo tantos años. Desde hace casi 10 años vivo en Europa, en el centro de nuestro continente. Es verdad que he ido cambiando de emplazamiento, llámese lugar, ciudad o país; pero nunca me he salido del centro neurálgico continental.

Hacía ya mucho tiempo, que sentía la necesidad de tener un lugar en donde pudiera escribir tranquilamente sobre mí, sobre lo que hago, lo que quiero, lo que opino y lo que detesto. Todo esto, unido a la sensación de estar fuera de tu casa y fuera de tu país, provoca que las ganas de escribir se multipliquen por mil ya que además de conseguir saciar mi egocentrismo literario, consigo que familiares y amigos puedan saber de mí con cierta frecuencia.

No es mi intención escribir sobre mi persona, ni hacer de estos artículos un diario personal, no lo necesito ni tampoco creo que a nadie le interese. Pero bien es cierto, que plasmando mi opinión sobre el día a día informativo europeo y comentando las noticias que a mí más me interesan, me sorprenden o me desagradan; consigo de alguna forma comunicarme con los míos. O, ¿No es lo que esperamos de una persona a la que denominamos cercana? Esperamos sus opiniones, sus análisis del día a día, sus entusiasmos, sus vivencias, sus cabreos, sus alegrías; básicamente sus comentarios. Y esta ventana que aquí se me abre , va de esto mismo, de opiniones. Así que, vamos a ello.

Allá donde vaya o haya ido,  he sido siempre una persona que me he sentido profundamente española. Cuando digo profundamente española, me refiero a que siempre me ha gustado y he alardeado de nuestra cultura, me he sentido atraído por nuestra gente, nuestro paisaje, nuestro siglo de oro, nuestra gastronomía, etc…

Me gusta ser español, sobre todo cuando vives fuera, dices que vienes de España y la gente automáticamente cambia el gesto para regalarte una sonrisa. España vende, España gusta, España triunfa, le pese a quien le pese.

Pero todo este sentimiento o percepción, esta muy lejos de ser nacionalista, más bien en las antípodas del cualquier nacionalismo absurdo. Ese nacionalismo que promulga el «nosotros somos diferentes», pero que realmente lo que piensa y siente  es el «nosotros somos mejores». Ese nacionalismo que está tan de moda hoy en día en Cataluña que genera tanto odio a todo aquello que no comulgue con sus opiniones. ¡Señores!, nos harían un gran favor a todos si se pusieran a leer un poco de historia contemporánea Europea y advirtieran que los nacionalismos no han traído nunca nada bueno, todo lo contrario, y está ahí, en nuestro pasado.

Yo me siento Español porque he nacido, crecido y vivido en la piel de toro. Una persona crece a base de momentos y experiencias vividas, formando estas la personalidad del individuo. Con lo aprendido, seguimos aprendiendo, pero la génesis sigue aguantando todo nuevo conocimiento o al menos así pensaba hasta hace bien poco.

También es verdad que la situación actual de nuestro país no ha ayudado demasiado. Siempre se ha dicho que los toros se ven mejor desde la barrera, con más perspectiva. No sé si mi perspectiva es la mejor o no, pero la imagen es mala de cojones. Y no me estoy refiriendo a la imagen que reflejamos a los demás países extranjeros, no, esa me importa mucho menos, que la imagen que yo veo, que a mí me importa y me angustia.

Siempre me he considerado una persona optimista y en lo económico he de decir que lo sigo siendo, pero ahí radica el problema que yo veo. La crisis económica es dura y se está llevando a muchas personas por delante, pero la crisis de valores es lo que me destroza por dentro. Me duele, y me duele de verdad, porque esa no es la España donde yo crecí, yo viví y yo pasté.

Quizás es que llevo paciendo mucho tiempo en prados lejanos. Quizás por esta razón me dedicaré de aquí en adelante a hablar de lo que pasa por aquí, que de lo que pasa allí ya os ocupáis vosotros.