Hace poco más de medio siglo, los nazis alemanes proclamaban la superioridad de su raza, la intenciones de extenderse a otros espacios europeos que consideraban propios y el exterminio de los judíos. Los gobiernos de entonces, contemplaron el crecimiento del monstruo, intentando apaciguarlo por el diálogo, cediendo a muchas de sus demandas territoriales, menospreciando la radicalización de un pueblo y el crecimiento progresivo de su armamento. Hitler, en definitiva, había sido elegido democráticamente y contaba con el apoyo masivo de la población alemana. Las naciones se preocupaban más por la salida de la crisis del 29 , que había sumido al mundo en el caos económico y el desempleo. Eran más importantes las cifras de Wall Street que la Noche de los Cuchillos Largos. Y nadie había leído “Mi Lucha”, el Corán ateo del movimiento nazi que se iniciaba.
Tras el Tratado de Versalles, la Alemania derrotada quedó sumida en una situación desastrosa de donde surgieron las ideas nazis. Crecieron con la claudicación del resto del mundo, sumido en una crisis económica donde a pocos importaba lo que hacia el padrecito Stalin en Rusia y menos aún, el crecimiento militar de un lejano Japón, que anunciaba su expansión hacia Corea y Manchuria. Todos, confiaban en La Sociedad de Naciones. Al final, los intentos de apaciguarlos mediante el diálogo, produjeron millones de muertes y la desolación material de un continente. Cayeron Austria y Checoslovaquia, seguidos por Polonia y un rosario de países donde se aplicó con saña la política anunciada por los nazis: el dominio de los arios y el exterminio de las razas inferiores. Tan solo la defensa rusa, la resistencia inglesa y la intervención de Estados Unidos pudo contener y derrotar al monstruo. La actuación decidida, sin otra concesión que la rendición incondicional fue la única alternativa que, finalmente, se tomo. Cuando eso ocurrió, el resultado fue la muerte de casi 70 millones de seres humanos en bombardeos sobre ciudades, en los campos de batalla o en los de exterminio.
Hoy, nos encontramos con otra amenaza. Como ocurriera con el nazismo, el radicalismo Islámico ataca a Occidente y busca su extensión universal, ésta vez con bajo estandartes religiosos y contemplamos como respuesta el simbólico envío de pequeños contingentes militares a países dispersos para reforzar sus débiles tropas confiando en que el bombardeo de una refinería o un convoy de camiones cargados de petróleo, reducirá sus fuentes de financiación y contendrá la amenaza. Pero nadie está dispuesto a llevar sus tropas a un nuevo desembarco de Normandía, espantados por el costo de vidas que puede suponer. Preferimos el diálogo en los grandes foros, las sanciones económicas y que sean los lugareños quienes asuman la defensa de nuestra civilización.
Los gobiernos se reúnen continuamente en cumbres dedicadas a luchar contra el calentamiento global, la pobreza en el mundo, los pagos de la deuda, el precio del petróleo … Se organizan asociaciones para la defensa del oso polar o la mariposa monarca. Se forman grupos a favor del el derecho al aborto o contra la pena de muerte y los activistas actúan contra la globalización. La OTAN, paradigma de una estructura militar supranacional dedicada en su día a contener el comunismo, carece hoy de una clara misión, salvo la del continuo entrenamiento de sus fuerzas.
Y mientras Occidente se manifiesta, el islamismo radical ejecuta a sus disidentes y rehenes, amenaza a Occidente y periódicamente asesta golpes asesinos, al grito de “Alá es grande”, recientemente en París, antes en Londres, en Túnez, en Nueva York, en Madrid, en Berlín, en Moscú, en Ankara, en El Sinaí, en Bombay, en Nairobi, en Sídney o en Bali. Se ejecuta a cristianos en las playas de Libia o las ciudades sirias, se apuñalan judíos en las calles de Israel, se secuestran adolescentes en Nigeria o se destruye cualquier patrimonio de la humanidad en nombre de un dios iracundo, mientras la hidra venenosa se extiende por África, Asia y Oceanía.
¿No enseñara la historia sufrida a qué conduce el abandono del diálogo y a afrontar en serio la defensa de nuestra civilización cuando una serpiente renace?