VAYA VERANO
Estamos en vísperas del nuevo curso político, y digo nuevo por decir algo, porque ya todos intuimos lo que ocurrirá en los próximos meses. De una parte, el Gobierno nos anunciará que los brotes verdes económicos seguirán creciendo, aunque sea en un desierto de resecadas dunas. De otra, los sindicatos contemplarán el paisaje como si a su alrededor floreciesen deliciosos oasis de coberturas sociales para amparar a quienes que pierden sus empleos. Para las empresas o a los autónomos que caigan no hay oasis que valga. Y enfrente, existirá una oposición que seguirá clamando por la ineficacia gubernamental y, sobretodo, quejándose de que es sistemáticamente espiada y perseguida por fiscales y agentes policiales.
Quien haya seguido las noticias de prensa producidas a lo largo del verano sacará la conclusión de que en este país lo más importante que ha ocurrido ha sido el fichaje de ases futbolísticos y el avance de la aterradora gripe. En medio, en un Consejo de Ministros urgente, se regulaba la TDT. Mientras tanto, nuestra principal industria, el turismo, caía más de un 10 %, el paro seguía creciendo en pleno verano, la deuda española aumentaba imparable con nuevas subvenciones sociales, y se anunciaba el cierre de la central nuclear de Garoña, quedando nuestra energía asegurada por las importaciones de gas ruso o los átomos de Francia. No se supo nada de a qué se dedicaban el Presidente en su refugio de Lanzarote, como tampoco de sus ministros, dando conferencias en las universidades de verano, tomando medidas radicales contra la gripe que se nos viene encima, y ocultando las contrataciones de la hija del Vicepresidente Chaves. Claro está que, la oposición tampoco se lució. Rajoy en Galicia, se dedicaba a visitar romerías, y los demás arropaban al Presidente de la Comunidad Valenciana denunciado por falsedades en la compra de sus trajes.
Este veranbo, varios miles de españolitos perdían sus empleos, otros cerraban sus empresas, algunos veían arder sus montes y cultivos, y se arreglaban las aceras de las ciudades como si hubiesen sido bombardeadas, gracias a los millones de euros destinados a combatir la crisis económica. Ahora en septiembre, el curso escolar amenaza a las familias con los gastos de libros y material escolar, avanza la duda sobre el contagio masivo de la gripe y se anuncia una subida de impuestos centrada en las rentas que puede generar el ahorro o la inversión privada.
Recientemente, la OCDE ha comentado que se atisban crecimientos económicos en Europa y Estados Unidos Ha faltado tiempo para que la Vicepresidenta económica se sume al optimismo dándonos a entender que llegamos al final de un túnel, cuya presencia siempre fue negada. Que se lo digan a todos aquellos que dejarán de arreglar aceras o construir carriles bici en las próximas semanas para volver al paro. Que se lo digan a los empresarios que seguirán sin conseguir créditos, que se lo digan a quienes buscan casa y no pueden pagar las hipotecas aunque éstas sigan bajando, que se lo digan al trabajador que ve cómo su trabajo pende de un hilo. Que se lo digan a cualquiera, menos a unos silenciosos sindicatos, supuestos defensores de los trabajadores. Que se lo digan a los ayuntamientos que ahogados en sus deudas. Que se lo digan a los inmigrantes que no encuentran trabajo alguno. Y que la oposición siga diciendo a los españoles que están siendo espiados o que les arrinconan.
Desde hace meses se ha visto la caída de la recaudación tributaria del IVA, y de las cotizaciones a la Seguridad Social, en casi un 30 %. Pero simultáneamente nadie observa restricción alguna en el despilfarro de los gastos públicos, ni por supuesto la reducción del desempleo, en un país donde se ha estancado el consumo.
Tengo para mí la triste impresión de que este país caminará, como siempre, con el pie cambiado. Mientras los demás inician tímidas recuperaciones, aquí seguimos excavando el pozo de la depresión. Mientras los demás ajustan sus economías, aquí subvencionamos el gasto innecesario, arreglando aceras o pintando las tapias de los cementerios. Mientras los demás restringen el gasto público, aquí sigue creciendo el número de funcionarios, solo superado por el de desempleados. Mientras los demás realizan cambios en sus economías, aquí mantenemos los ineficientes sistemas de contratación de hace décadas.
Ese es el panorama. Aunque las encuestas castiguen la gestión del gobierno socialista, ninguna premia la esperanza de un gobierno popular. Aunque las encuestas desprecien la figura de los ministros, ninguna premia a personaje alguno de la oposición. Esala realidad. Y por mucho que la oposición proteste por ser espiada, por mucho que se hable del retraso del Tribunal Constitucional, la gente tiene otras preocupaciones mucho más cercanas y aterradoras.
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