Publicado en EL DIARIO MONTAÑES 12 noviembre 2014
¿Cuántas veces se dijo que el referéndum catalán no ocurriría?. ¿Cuántas veces se afirmó que el Estado no iba a permitir consulta alguna?. ¿Cuántas veces, con tono solemne, se afirmó que no tendría lugar?. Pues de lo dicho, nada. Pese a los pronunciamientos políticos y a todos los dictámenes del Tribunal Constitucional, el Supremo y el Consejo de Estado, se pusieron las mesas y urnas electorales, se utilizaron mozos de escuadra, publicidad, lugares y fondos públicos, se albergó a supuestos observadores y los nacionalistas consiguieron su objetivo. Dicen que mas de dos millones han votado, pero hubiera dado igual que lo hiciesen unos pocos o la población entera, inmigrantes de Bangladesh y menores de edad incluídos, mientras la presidencia de la Generalitat alardea de ser responsable, ya sin esgrimir la excusa de la iniciativa popular. Desde el momento en que el propio ministro de Justicia dijo que no interferiría si no se celebraban en lugares oficiales, el Estado había claudicado. ¿No lo son lugares los colegios públicos o los servicios de seguridad?. ¿Consideraba el señor ministro, que la consulta se iba a celebrar en un parque?. Ahora, como siempre, la Fiscalía del Estado, se dedica a contemplar si hubo o no delito. A buenas horas, mangas verdes.
Con la ultima escenificación podemos afirmar que de hecho, Cataluña actúa separada del resto de España. El desafío anunciado desde hace meses, se ha consumado sin más respuesta que considerar una simple querella y ahora tenemos a los nacionalistas en su camino victorioso hacia la independencia, mientras quienes deben velar por el cumplimiento de la Constitución siguen mirando a las musarañas. Por mucha cantinela que nos cuenten, la presencia del Estado en Cataluña es una quimera donde el Estado ni actúa frente a un referéndum ilegal, ni en campo alguno. La educación es competencia de la Autonomía catalana, pero los contenidos corresponden a la inspección central y jamás se vigilaron. La ley de bilingüismo no se cumple, ni la de banderas o las representaciones extranjeras. Incluso la Fiscalía, que todavía sigue sin imputar al ex presidente Pujol, se dedica a estudiar ahora si se ha incumplido la ley.
El Gobierno nacional, inane y pasmado no existe en Cataluña. Se ha abandonado por completo la responsabilidad de defender los derechos de todos, incluidos los de aquellos catalanes que también se consideran españoles. Mucho proclamar que no se iba a celebrar y se hizo. Mucho proclamar que caería el peso de la ley, y ésta no actúa. Mucho decir que se velaría por los intereses de todos y si te ví no me acuerdo Un Gobierno atento solo a resolver los problemas económicos, amenazado por otras fuerzas políticas que avanzan, acosado por escándalos y siempre temeroso de tomar decisiones impopulares, al final se ve abocado al ridículo. Lo ocurrido en Cataluña es la versión de la fábula de la zorra que, incapaz de conseguir las uvas, las rechazaba por considerarlas que no estaban maduras.
Si hay algo tan despreciable para el ciudadano como la corrupción, es la ineficacia de un Gobierno. Y los actuales partidos políticos se han mostrado sobradamente incapaces. El PP, tras llenarse la boca de proclamas inútiles y el PSOE, ahogado entre mensajes contradictorios. Cuando con mayoría absoluta se ha sido incapaz de detener el desafío de la consulta catalana, ya me dirán qué se puede esperar si tiene que gobernar en coalición con otro lleno de dudas de cómo actuar. Si solo pretendiésemos el respeto de las leyes, contrataríamos abogados. Si quisiéramos administradores buscaríamos gestores económicos de trayectoria empresarial brillante. Pero si elegimos políticos es para que gobiernen un país, dicten leyes y las hagan cumplir. Pero aquí, ni se ha dictado ley alguna, ni se ha hecho cumplir la ley. El Gobierno ha quedado desacreditado, permanentemente enrocado en su afán de diálogo inútil.
Cataluña, de hecho, ya no es parte del territorio nacional. Ni se cumplen las leyes del Tribunal Constitucional, ni existe presencia y autoridad española, ni hay voluntad de hacerlo, por un gobierno temeroso de tomar medida alguna. Esa es la realidad mostrada el pasado domingo, cuando casi dos millones de personas han votado afirmativamente en el referéndum, en su inmensa mayoría a favor de la independencia.
Quizás sea hora de realizar realmente un referéndum en serio y que sean los propios catalanes que se consideren españoles o vean sus intereses en peligro quienes tomen la iniciativa de defender sus intereses, porque el Estado se muestra incapaz de ello. Si como resultado Cataluña prefiere la independencia, que lo sea, y nos dejen al resto la tranquilidad de no seguir manteniendo una situación de desafío permanente e incluso el desgaste económico que supone mantenerla. Y si resulta excesivo que sean las fuerzas vivas catalanas, sus empresas, bancos, comerciantes, quienes se hagan oír frente al independentismo. Por lo menos nos ahorraríamos el bochorno de la zorra incapaz de alcanzar las uvas.