LAS FOCAS DE GROENLANDIA

Publicado en DIARIO MONTAÑES 13 junio 2016

        2D51F96200000578-3269185-image-m-2_1444687407962

A Groenlandia le ha venido tocando desde hace tiempo, una generosa lotería pagada con nuestros impuestos. La Unión Europea aportaba 29 millones de euros anuales al programa de “Cooperación con Groenlandia”, un territorio cubierto de hielos con 60.000 habitantes, lo que supone medio millón por cabeza, aunque una parte se destine también a cuidar su gélido medio ambiente o a la búsqueda de minerales raros. En duro contraste, este año se van a dedicar 900 millones para atender al millón de refugiados que intentan acceder a Europa huyendo de la miseria y del horror. La sensibilización medioambiental imperante llega a la atrocidad de que las ayudas previstas para ellos apenas supongan el 0,025 % del presupuesto de la Unión Europea, porcentaje menor que el destinado la traducción de los documentos comunitarios o a pagar las dietas de sus funcionarios. Pero nuestra sociedad parece conmoverse mas por el deambular hambriento de un oso polar que por la existencia de miles de seres humanos, que aún no han sido expulsados o contenidos  por alambradas de púas.

Hoy, junto a la salvación de las focas de Groenlandia, nos preocupa el deshielo de sus glaciares, fenómeno que viene ocurriendo desde 1800, detectado por los niveles de sedimentación de los hielos. Resulta curioso que cuando los vikingos llegaron a Groenlandia a mediados del siglo VIII, la llamaron así, ” tierra verde” , precisamente porque no estaba cubierta de un manto de nieves. Probablemente fueron años de notable calentamiento global, en los que la acción del hombre no jugo papel alguno, a la que siguió otro periodo de enfriamiento.

Por si fuera poco, la Unión Europea tiene previsto destinar 180.000 millones de euros hasta el año 2020, –unos 35.000 anuales–, para combatir el cambio climático, con medidas como reducción del consumo de agua, normas sobre nuevas energías y emisiones de CO2 , defensas contra inundaciones y desarrollo de cultivos más resistentes a las sequías.

Aunque nos empeñemos en legislar contra el calentamiento global, los cambios en la radiación solar, la progresiva deriva de la trayectoria elíptica de la Tierra y la alternancia de eras cálidas seguidas de otras gélidas son hechos que vienen ocurriendo desde hace millones de años en la vida del planeta. Si los polos se derriten progresivamente, por mucho que se ayude a las focas y a los osos blancos, me temo que su futuro quedará reducido a los zoológicos. La supervivencia del mamut o de los bisontes en nuestro continente no habría sido nunca compatible con el crecimiento humano. La presencia de hielos permanentes tampoco habría posibilitado la vida en los territorios que hoy habitamos. Y lo mismo ocurre con los cambios climáticos. Ahora pensamos que las glaciaciónes y las fases de calentamiento dependieron de la vida biológica, cuando ocurrió justo lo contrario. Vivimos en el ínterglacial Holoceno, una era cálida que ha coincidido con la expansión del Homo sapiens, en la cual las especies animales y vegetales, se ajustaron a los cambios térmicos geológicos. Quizás el actual calentamiento, en la parte que corresponda a la acción humana, adelante la próxima glaciación para dentro de 45.000 años, cinco milenios antes de lo previsto según las teorías de Milankowitch. O puede ocurrir lo mismo que con la temida desaparición de la capa de ozono, que todos los expertos señalaban apocalípticamente para el 2018 y ahora se dice que estará recuperada en el 2050.

El verdadero problema no es que cambie el clima, sino que se degrade el mundo que vivimos. Mientras China, India, Indonesia, Brasil , México, Rusia, los Emiratos Arabes y Estados Unidos, lideran la contaminación mundial por deforestación, destrucción de acuíferos o emisión de gases tóxicos y contabilizan más del 80 por ciento de la población del planeta, sus representantes se reúnen cumbre tras cumbre para acabar diciendo siempre lo mismo. Algo mas importante que cuidar las focas de Groenlandia habrá que hacer.