Memorias de un Excéntrico

«The writer who aims at producing the platitudes which are “not for an age, but for all time” has his reward in being unreadable in all ages…. The man who writes about himself and his own time is the only sort of man who writes about all people and about all time»

(El escritor empeñado en crear estereotipos válidos «ahora y siempre» acaba por no ser leído nunca… La persona que escribe sobre sí y sobre su propio tiempo es la que de verdad nos acerca a las gentes de todas las épocas)

(Bernard Shaw)


Del árbol de la vida creció la foresta de la Humanidad, bosque mágico que pueblan, en vez de troncos, calendarios. Pero aunque las hojas de cada uno de esos almanaques sumen una vida y su número sea perenne, el color y textura de los días que atesoran no es el mismo.

Hay días fugaces y desenfadados, durante los cuales nos imaginamos inmortales. Y días ominosos,  cuyas horas de largos dedos se ocupan de irnos robando los paisajes donde vivimos y las gentes que los pueblan. Son días de leve muerte en los que, de repente, descubrimos que ni los autobuses urbanos tienen ya dos pisos, ni el tranvía 61 pasa, como solía, por nuestra calle. No falta ese otro día misterioso, suele ser de año bisiesto, que nos ayuda a descubrir, sobrecogidos, que aquella hermosa jovencita de negras crenchas que veíamos asomarse, melancólica, a un balcón de la calle de la Encarnación, toda vestida de raso verde con volantes, no era sino una antigua novia del pintor Madrazo (1815-1894) y que el palacete ante el cual paseábamos para verla, está deshabitado hace cien años.

La inevitable lucidez que brinda la ciudad que cambia y nos olvida, o el haber vivido enamorados de un fantasma, nos empuja a intentar superarnos como artistas del Gran Teatro del Mundo, esa singular compañía donde las representaciones carecen de guión, el vestuario escasea y ningún extra parece dispuesto a doblarnos en las escenas arriesgadas. Y no es sino ante los bostezos del público cuando comenzamos a plantearnos la conveniencia de abandonarlo todo, haciendo mutis por el foro, antes de que llegue la Santa Compaña y nos haga trizas el disfraz, revelando de paso nuestra verdadera desnudez.

Basta con vislumbrar algunos de los signos antedichos para que, si nos complace el escribir, pensemos de inmediato en cerrar nuestra andadura terrenal redactando unas memorias. Es un afán de supervivencia, casi un movimiento reflejo. Y yo, la verdad, tampoco he sido ajeno a tal reacción. “Nada mejor –me he dicho- que cerrar mi crepúsculo vital con una autobiografía”.

Contar, contar, lo que se dice contar, tengo mucho por contar. Pero, por una parte, no estoy dispuesto a desvelar intimidades. Todos conocen la historia del funcionario pueblerino que, a punto de seducir a la más apetitosa viuda del lugar, se vió conminado por ésta a prometerle no revelar nunca a nadie su conquista, a lo cual se negó rotundamente aquel donjuán, alegando: “¿Y de qué me serviría seducirla a Vd. si no puedo contárselo al juez, al boticario, al jefe de puesto de la Guardia Civil y al alcalde a la hora del aperitivo?”. Y, por otra parte, la prudencia me aconseja no meterme en dibujos –como encarecía Cervantes por boca de Don Quijote– evitando así los peligros de traer a colación ciertas verdades para las cuales “menester son muchas pruebas y repruebas”.

Ignoro si los cuentos que me puedo permitir contar interesan al común de los españoles de este siglo. Soy, como decía el Teniente de Navío Don Pedro de Novo y Colson “Un Marino del Siglo XIX”. Más de la mitad de mi larga vida ha transcurrido fuera de España. Entre otras razones porque pertenezco a una modesta familia colonial que, establecida en lo que fué Santa María de Puerto-Príncipe del Camaguey, aprovechó el cercano puerto de San Miguel de Nuevitas para fletar, negociar y procrear por las islas de Santo Domingo y Puerto-Rico, a la sazón tierras de España. Desde 1850 mis antepasados habían aprendido por vía directa todo cuanto la guasanga criolla quiso sobrentender con la frase “ni Puerto-Príncipe es puerto, ni Puerto-Rico es rico, ni Santo Domingo es tan santo como lo ponderan tanto“.

Para nuestros compatriotas metropolitanos las gentes venidas de las ex-colonias somos, en el mejor de los casos, personajes excéntricos. Geográfica y humanamente. Aún siendo españoles no tenemos lazos históricos permanentes con ninguna de las actuales provincias españolas.  Los que tienen buen oído detectan tras el europeismo de nuestras “cés” y “zetas” cierto “deje raro”. Nuestras comidas íntimas son –como los banquetes clandestinos de aquellos judíos cuya cábala repetía insistentemente la cifra 1492- escasamente ibéricas. En un país de nula habilidad lingüística hablamos inglés, a veces mejor que el español, y mantenemos una paradójica sintonía espiritual con los Estados Unidos, país que suele ser demonizado por consigna. Todo esto y algunas cosillas más, no siempre garantizan la tolerancia de los habitantes de un país que si alguna vez fue universal hoy es provinciano. Curiosamente –viajo con alguna frecuencia a las Antillas- somos aceptados con menores reticencias como “compatriotas” en aquellos países cuya nacionalidad rechazamos que en la España que quisimos ver perpetuada en suelo americano.

España, por cierto, es uno de los pocos países que conozco que avergonzándose de sus grandezas airea sus miserias. No he visto ni una sola calle, plaza o monumento dedicados al Mariscal de Campo de origen dominicano Eugenio Puello (1811-1871), el único general español de raza negra que tuviera nuestra patria en toda su historia. Fue, como dicen los jovencitos, “un lujo”. Claro está que su acendrado patriotismo –en el sentido rojigualda del término- y grandes dotes militares harían de él un epítome de “incorrección política” en estos días de sopor espiritual que vivimos. Quisiera por ello recordar la arenga que este militar insigne dedicó a las tropas españolas que, atemorizadas, no se atrevían a cargar contra los insurrectos de Agramonte que atacaban Camaguey. Al percibir el enorme peligro de la situación, el Mariscal Puello se puso de inmediato al frente de los soldados, exponiéndose al fuego enemigo, y gritó: “¡Soldados!¡Yo que soy negro, me ofrezco como blanco a los enemigos de España!¡Adelante!”. La reacción fue inmediata. Los españoles se lanzaron a la carga en pos del Mariscal de Campo Don Eusebio Puello como un solo hombre y todos a una se hicieron con la victoria. Para los separatistas cubanos, despechados, el Mariscal sólo era “el general español Puello”. Es decir, ellos lo tuvieron en mayor estima que nosotros mismos…

Nada tan cierto como aquel refrán que reza: “Cada vez que muere un hombre desaparece con él una biblioteca”. Por ello voy a intentar utilizar estas páginas para salvar algunos libros de esta biblioteca personal mía cuyo fin se acerca. Tal vez no sean los mejores ni los más interesantes pero son, ciertamente, ejemplares únicos. Y están escritos en español, el cuarto idioma más hablado en el mundo. Espero que no os aburran tanto como este prólogo. Y si he citado a dos grandes personajes del siglo XIX español ha sido porque a partir de ahora habréis de conocerme como: Colson Puello.

  • By Libertario, 4 mayo 2010 @ 9:01

    No existe mejor lugar para un excéntrico que esta Revista Digital.

  • By jaime, 17 mayo 2010 @ 8:48

    A Libertario: Alfonso, la excentricidad y el exotismo son conceptos relativos. Dependen de donde esté situado el observador. Como decía Marlon Brando en una vieja película («La Casa de Té de la Luna de Agosto» película en 1956 y musical en Brodway en 1971) sobre la americanización por decreto del Japón: «La pornografía es cuestión de geografía».

  • By El Alférez, 4 mayo 2010 @ 9:59

    Saludos Colson, estoy seguro que nos ayudarás a airear las grandezas de España.

  • By jaime, 17 mayo 2010 @ 8:57

    Gracias, alférez. También yo lo soy. Una de mis experiencias más enriquecedoras fué tratar de cerca a los oficiales españoles. No sé si podré airear solamente las grandezas de la patria. Venimos de un país dificil. Conocer nuestros defectos, que no nuestros complejos, puede ayudarnos a superar ambos. Como dijo intencionadamente Lope de Vega en las exequias de Medina Medinilla: «Fué el mejor poeta de su tiempo mas hubo de marchar a las Molucas huyendo de las estrecheces de la patria».

  • By gatorabioso, 4 mayo 2010 @ 13:29

    No estoy yo tan seguro de que «cada vez que muera un hombre desaparece su biblioteca». No, al menos, con este excéntrico escritor que acumula bibliotecas y las mantiene eternamente entre piedras milenarias.
    Enhorabuena y bienvenido al club

  • By profesor, 4 mayo 2010 @ 16:25

    No se si sera excentrico, pero si le veo un tanto nostalgico. Magnifico desde el punto de vista literario y magnifica la evocacion del mariscal Puello ¿Su bisabuelo?

  • By jaime, 17 mayo 2010 @ 0:33

    Me hubiera honrado mucho ser, no ya bisnieto, sino hijo del Mariscal de Campo D. Eusebio Puello, que murió en la Habana española, afectado por el humazo tóxico de pólvora negra que durante tantos combates aspiraron sus pulmones. Para algunos nacionalistas dominicanos, que a veces rebasan el ultraderechismo, Puello se ha convertido en un chivo expiatorio, epítome de la traición, el deseo de ser blanco, y un sinfín de sandeces. Por esa misma regla de tres podrían denigrar a otros paisanos que también eligieron la nacionalidad española y aquí se ganan, honradamente, las habichuelas. A veces en las Fuerzas Armadas. En cualquier caso, España levanta monumentos a Simón Bolívar pero no se atreve a dedicar uno sólo al General Puello, figura sin las sombras que desaconsejan alzarle un monumento al ex-Capitán General Mohammed El Mizzian (una de cuyas miserias fué raptar a su hija en Marruecos tras casarse con un español cristiano). Para terminar, ni hablar quiero de cómo se puede robar una calle de Sevilla a un militar héroe de Cuba para regalársela a una actriz más conocida por su militancia política que por sus actuaciones.

  • By Raúl, 4 mayo 2010 @ 22:51

    Jaime, bienvenido a este club donde compartimos ideas y palabras. Y gracias por enseñarme que el ejército español cuenta con un general de raza negra, Eusebio Puello. No tenía ni idea.

    Me he descolocado un poco con esa introducción en inglés. ¿Puedo pedirte que incluyas en castellano su significado en uno de estos comentarios?

  • By jaime, 16 mayo 2010 @ 23:28

    Raúl, ya te he incluído la traducción. Bernard Shaw, como buen irlandés, llevó a la lengua inglesa una «chispa» céltica que es muy latina. Fué también un firme socialdemócrata que al final de sus días mantuvo serias dudas sobre la madurez política de los votantes de su partido.

  • By pilar, 4 mayo 2010 @ 23:14

    Colson-Puello . Buena MEZCLA PARA DEFINIRSE. Comenzamos largo viaje, …bien está tener marino avezado…

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