Dicen que el circo Ringling Bros era el mejor circo del mundo. Cerró en 2017 después de 146 años de funciones. Era tan grande que lo llevaban por Estados Unidos en dos trenes de más de kilómetro y medio de largo. Con su patrocinio se ayudaba a cuidar de elefantes mayores y de tigres de Bengala, y se creó hasta una escuela de payasos. Pequeño se va a quedar el Ringling con la campaña electoral regional que se avecina en Cantabria, que a la vista de las cabezas de cartel va a ser un circo de cuatro pistas, la risión en mítines y actos por la calle.
Revilla es más de lo mismo. Y además lo es todo el año. El presidente tiene un don especial para la estridencia, la inoportunidad y la desmesura, que le mantienen en la cima del ridículo con la persistencia de las hojas de los árboles de hoja perenne. Revilla no hace ascos a dónde ni a cómo ser el centro de la mofa ni el protagonista de los chistes. Vive cómodo en el hazmereir y se ha convertido en un personaje de comedia bufa de sí mismo. Una campaña con él asegura chascarrillos y chanzas, sin la pesadez, además, de las grandes construcciones intelectuales.
Zuloaga lleva meses coronándose. Usar la Delegación del Gobierno para hacerse la campaña por la cara le ha dado a conocer tanto como le ha expuesto. Y no le ha expuesto amablemente, por muchos dientes que haya mostrado en las fotos, y por muchas fotos que se haya hecho. Que no tenga gusto para el vestir es lo de menos. Incluso lo es ese afán acomplejado por estar en todas partes a sacar tajada para los medios. Lo importante en Zuloaga es nada, porque nada tiene más allá de cuatro folios programáticos hechos de retales y un par o tres de espacios comunes para rellenar titulares.
Felisuco es una apuesta segura para la risa. Ha dado la vuelta al mono de bufón que vestía en el pasado para reconvertirse en un político con la poca gracia de la derecha. El Locha tiene un pasado, que es su tesoro, aunque lo ha cubierto con la pesada manta de la capacidad espontánea y la sesuda mirada en perspectiva, que en cualquier payaso es el aviso de que se avecina una payasada. Felix Alvarez ha querido reinventarse con su barba, su traje y su pose frente a los micros del Congreso, pero para su desgracia nunca dejará de ser el del tanga de leopardo en el anuncio de un conocido programa de radio.
Y Beitia… Beitia es el colofón de la mofa regional. Esa presentación leyendo “fichas” y haciéndolo mal, pasando las hojas después de chuparse un dedo, es como un número de Benny Hill, pero en cutre y en 2019. No saben en el PP lo que han hecho con su elección. No va a haber tiempo suficiente de aquí a mayo para reírse con las chirigotas y los memes de esta mujer. Ni después de mayo tampoco. Ruth Beitia no está dotada del don de la palabra, y se le nota. Sus contrincantes se la van a comer con patatas, incluso valiendo tanto como ella, políticamente hablando.
Total, que con este panorama, el circo está en la ciudad, y el show acaba de empezar. Ya veréis lo que nos duele la tripa de reírnos…