TRIGÉSIMA SEGUNDA HISTORIA – LOS MOTES Y APODOS EN LOS PUEBLOS

Los sobrenombres, apodos o motes los define la Real Academia Española como nombres que suelen darse a una persona, tomados de sus defectos corporales o de  alguna circunstancia. También como chiste o dicho gracioso con que se califica a una persona o cosa, sirviéndose ordinariamente de una ingeniosa comparación.

Jesús Rodríguez Martínez, profesor de la Universidad de la Rioja, habla de este tema en un artículo sobre el uso de los apodos en las sociedades rurales y dice que tienen estas  características:

1. Cumplen las funciones apelativas, distintivas y sociales.

2. Permanecen de forma muy prolongada en el tiempo a quien sobrenombran, prácticamente, toda la vida.

3. Se transmiten de forma hereditaria a la familia o algunos de sus miembros.

4. Sufren un proceso de desemantización continua.

Ya comenté en otra de las historias el contraste en el modo de vida entre Tudela y San Salvador. Tudela, siendo un pueblo agrícola-ganadero, tenía, sin embargo, las secuelas de la cuenca minera, en el río que bajaba negro por el lavado del carbón a lo largo de toda la cuenca del Nalón. El río, cuando bajaba crecido y se desbordaba, producía estas señales carboníferas en las praderas y en las huertas de la vega.

He podido comprobar la sensación extraña que se produce cuando te metes en un río sucio por el lavado del carbón, donde tienes que intuir la forma del fondo y la profundidad. Yo, que estaba acostumbrado al río Aller, transparente, limpio y con buenas perspectivas, sentía una sensación de inseguridad que trataba de disimular con los demás niños del pueblo. Procuraba evitar esta costumbre de zambullirse en el agua del Nalón siempre que podía.

Llamaba la atención la costumbre, tan asturiana, de poner mote a casi todas las familias del pueblo, pero esta práctica tiene en Tudela de Agüeria una concreción en el mundo animal, especie de zoonimia asturiana, como si fuera un proceso de animalización lingüística.

El apodo en ningún caso sustituye al nombre, sino que se añade, del mismo modo que se hace con los toreros y actrices famosas, precedidos del artículo, sin que se produzca carácter peyorativo, sino descriptivo por alguna cualidad, profesión, defecto o rasgo físico de algún miembro de la familia apodada.

Así aparecen los nombres de multitud de animales; el raitán, el grillo, el ratón, el coríu, el páxaru, el llobu, el gatu, la golondra, la pita. Todos ellos con sus plurales y cambios de género correspondientes, según el caso y la persona. Además de los nombres de animales aparecen otros nombres como la rabila, la tambora, el mixietu, etc., etc.

Alguna de estas familias las conocí personalmente. Les rabiles, que es como se llamaban a las mujeres de esta primera familia, porque el mote lo llevaban las hembras y cuando hacían referencia a algún hombre de la familia se hacía en parentesco con la rabila sin utilizar nunca el masculino.

El rabil es una palabra asturiana,  que significa molino que se mueve a brazo y sirve para quitar el cascabillo a la escanda, cuyo sinónimo en español es el de manubrio, manivela, un instrumento que sirve para dar cuerda.

Por todo lo que hablaban les rabiles parecía que les habían dado cuerda. Las que yo conocí me caían muy bien, eran muy agradables y cariñosas conmigo, nunca les observé el defecto que les asignaba el apodo.

Emilia La Tambora era una mujer muy célebre en el pueblo de Tudela; y el nombre le venía ya de su madre porque era la que tocaba el tambor y la pandereta en cuantas fiestas había en el pueblo. Hago referencia a ella porque la recuerdo conversando con mi tía Obdulia en el porche de la casa y no se me olvida la frase simpática que le decía La Tambora:

– Hay Odulina, Odulina, si la Virgina Santisimina quisiera que nos tocara la lotería que felices seríamos.

He querido terminar este recuerdo de Tudela de Agüeria con alguna anécdota de los personajes más sobresalientes de aquella entrañable y corta sociedad local.