Al hablar de la rebaja de impuestos que entrará en vigor en 2015, deberíamos recordar algunos datos de interés:
El Estado recaudó en 2013 por IRPF 70.000 millones (similares a 2012 y 2011), cantidad inferior a lo obtenido en 2008 de 71.000 millones, y eso a pesar de que la inflación superó en ese período el 10%.
Los otros impuestos que constituyen la columna vertebral de la recaudación, como son Sociedades, impuestos especiales de alcohol, tabaco y gasolina, y el IVA, supusieron otros 95.000 millones, cantidades estables en los últimos ejercicios salvo el IVA, que disparó los ingresos desde los 33.000 a los 49.000 millones en 2010 por la subida de tipos, manteniéndose estable desde ese año.
En cifras totales el Estado recaudó aproximadamente 168.000 millones de euros en 2013, cifra inferior a lo logrado en 2008 que fue de 173.000 millones.
La reforma fiscal que entrará en vigor el 1 de enero de 2015, supondrá una rebaja del IRPF de unos 9.000 millones, es decir el 13% del total que se recauda ahora por la renta, y un 5% de la recaudación global del Estado.
Ante la pregunta de “¿cómo es posible conseguir el equilibrio reduciendo los ingresos y manteniendo el gasto?”, la respuesta es sencilla: por el incremento en la confianza de nuestra economía.
El esfuerzo por reducir el gasto público improductivo, las reformas estructurales realizadas y la mejora en la eficiencia, han permitido que la presión para pagar nuestra deuda, de casi un billón de euros, se reduzca desde un máximo del 7,7% de interés que se llegó a pagar en 2012, al 2,5% que se paga en la actualidad. Si cada año vence aproximadamente un 15% de la deuda, podemos calcular que lo que nos ahorramos del pago improductivo de intereses es lo que podemos invertir en la rebaja fiscal.
Este cambio de tendencia en el pago de intereses, junto con una economía que ahora crece cuando antes se encogía dificultando la recaudación y disparando el gasto, es lo que permite ahora reducir impuestos, algo que a principios de legislatura era impensable ante los dramáticos desequilibrios que existían entre ingresos y gastos.
La reducción media del 13% del IRPF tendrá un efecto palanca y multiplicador de ingresos adicionales. Por un lado, el incremento medio de las nóminas entre 60 y 100 euros al mes, generará un aumento de la renta disponible sin que ese esfuerzo recaiga sobre las empresas que pagan los salarios. Y esto es importante puesto que este aumento de renta disponible no provocará ninguna pérdida de competitividad de las empresas y, además, permitirá a éstas incrementar su oferta de empleo.
Si a ello unimos el control de los precios por debajo del 1%, se conseguirá que nuestras empresas sean más competitivas en el exterior y se logrará, al igual que en los últimos años, que sea el sector exterior el que impulse la economía, lo cual permitirá seguir obteniendo una balanza por cuenta corriente positiva que consolide el crecimiento del PIB.
Este aumento de la renta disponible y del empleo, sin duda incrementará la demanda interna, inversión y consumo preferentemente antes que de gasto público, y generará una mejora en la recaudación del IVA, del impuesto de Sociedades y de los impuestos especiales, e incluso, aunque parezca paradójico, del propio IRPF al incrementar el número de contribuyentes por la creación de empleo.
Si conseguimos el objetivo del déficit cero y seguimos financiándonos a tipos de interés del entorno del 2,5% con incrementos del PIB cercano al 2% en 2015, la estabilidad de las cuentas públicas y la mejora del empleo serán una realidad en los próximos años.
Sólo existe un riesgo, volver a políticas de despilfarro del gasto público que disparen nuevamente el déficit y la inflación, que harían perder competitividad a las empresas en el exterior, volviendo a desequilibrar la balanza de pagos. Todo eso terminaría abocando en una desconfianza en nuestra economía que dispararía de nuevo el coste de la deuda.
Esos riesgos no son “economía ficción”, los conocemos porque los tenemos en la memoria de lo que ha pasado en España desde 2007 y que llevaron a nuestra economía al colapso en 2011.
Debemos enterrar los años en los que se producía un crecimiento artificial basado en déficit exteriores del 10% del PIB que llevaron hasta el precipicio a la economía nacional.
En definitiva, para poder afrontar esta rebaja de impuestos primero se tenía que estabilizar la economía española; una vez logrado ese objetivo, es acertado y oportuno, incluso diría que imprescindible, dar más protagonismo al ciudadano, y eso se logra de manera eficiente con la nueva reforma que reducirá los impuestos a los cántabros y a todos los españoles.