Puede parecer que las cosas no son como son realmente, sino como las personas perciben que son. En España la sensación que tenemos se encuentra frecuentemente contaminada por los entornos, con informaciones sesgadas que contaminan la realidad e impiden ver los datos reales, objetiva y verazmente.
Esta mezcla hace que si preguntamos a la gente, por ejemplo, sobre la evolución de la pobreza en el último cuarto de siglo la mayoría dirá que esta ha aumentado, cuando la realidad es que ha descendido un 50 %.
En España han aparecido grupos durmientes de extrema izquierda poniendo en cuestión el conjunto de la Nación, aunque los cimientos para un descontento justificado se crearon durante el periodo 2008 – 2011, que convenientemente aprovechado por ellos se dedican a cuestionar la integridad de España, su calidad democrática, el nivel de vida, todo… y lo cierto es que han logrado instalar en la mente de una no desdeñable parte del común un estado de pesimismo que no se corresponde con la realidad.
Sería estúpido negar la imprescindible necesidad que tiene España de recuperar el empleo y nivel salarial que aquel periodo malvado de 2008 – 2011 dejó a la Nación herida, pero lo insostenible ( por falso ) es decir que vivimos en un País que no vale la pena. Vale mucho la pena una vieja Nación con el segundo idioma de comunicación mundial, líder en donaciones y trasplantes de órganos, con la segunda mayor esperanza de vida mundial, que se encuentra entre los mayores receptores de turismo y que es líder en el sector agro alimentario o en el almacenamiento de energías renovables.
Vale mucho la pena un país como España que tiene la red de alta velocidad ferroviaria referente de muchos, que en gestión en infraestructuras sus empresas son líderes en gran cantidad de países o que su implantación de fibra óptica llega a más de dieciocho millones de hogares no es desde luego el tipo de Nación que algunos están empeñados en trasladar, sobre todo y además, cuando el informe Blomberg de reciente publicación señala a España como el país más saludable del mundo. Todo ello en un País democrático, en libertad, con separación de poderes.
Sin embargo a estos grupos tumorales de la realidad española no se les escucha queja alguna sobre otros problemas, desafortunadamente muy reales. Permanecen silentes ante los supremacistas que quieren disgregar la Nación, tampoco se les ha oído decir nada contra los excesivos impuestos que padecemos, ni sobre la fragmentación del mercado interior, ni sobre un Estado elefantiásico depredador de los esfuerzos ciudadanos o sobre una educación exprimida que no da respuestas.
Como vemos que ante estos asuntos no muestran preocupación o queja alguna y si el empeño para desacreditar al conjunto, no cabe duda que su objetivo es encanallar la sociedad instalando una situación insostenible, destruir la libertad e imponer una sociedad cautiva.