El catastrofismo es un gran negocio

Los últimos tiempos están siendo prolíficos en apariciones ante la opinión pública de diferentes «tribus» que vienen anunciando al común tal o cual circunstancia  que está ocurriendo en el mundo, además  dicen que la gente no nos damos cuenta de la gravedad del asunto, por lo cual además de malos, somos ignorantes culpables, que es intolerable que estemos y vivamos a espaldas de tales catástrofes.

El guion siempre es el mismo : Ocurre algo ( o dicen que ocurre) entonces nosotros los socio – conscientes nos damos cuenta y encontramos culpable, siempre en países democráticos no en dictaduras, porqué si son dictaduras la culpa siempre tendrá la causa y el origen en los países que son democracias.

Una de estas «tribus», de las más activas, es la formada por la casta sacerdotal del catastrofismo  con sus muy cultivados rencores, los que dicen que el mundo está peor que nunca y que las cosas pueden reventar de un momento a otro ; son además muy beligerantes actuando, ya que el catastrofismo es un gran y lucrativo mercado (cautivo) que da para producir libros, artículos, seminarios o conferencias sufragados con el dinero de los contribuyentes, actividades por lo tanto muy alimenticias.

El principal punto débil de los profesionales del catastrofismo son los datos, los tozudos datos, que les colocan ante la impostura de sus letanías, cuestión que les pone como monos con amígdalas al quedar desenmascaradas sus mentiras.

La realidad de algunos de los mantras más queridos de estos socio – conscientes no resiste comparación con su imaginación. La pobreza : En el año 2000 Naciones Unidas en los objetivos del Milenio apuntó alcanzar en 2015 un cifra de pobreza global que fuese un 50%  más baja que la observada en 1990, objetivo que se alcanzó cinco años antes de los previsto, aunque la población mundial aumentó en dos mil millones entre los años  1990 y 2015, registrándose una evolución descendente de la pobreza en estos venticinco años a un ritmo de cincuenta millones de personas anuales, que junto con el aumento de la esperanza de vida y la disminución de la mortalidad infantil describe panoramas incompatibles con sus prédicas. Estamos siendo testigos de una mejora constante, como nunca antes en la historia, de la esperanza de vida, de la alimentación, la alfabetización, el medio ambiente y la libertad.

Sin embargo ante la opinión pública el panorama no parece alentador, hemos caído ante una capa de la sociedad que es sentimental, presa de un  buenísmo productor de estatismo y gasto público que debe ser financiado, que conduce primero que después, al aumento de impuestos como nueva forma de servidumbre, todo ello empujado y alentado por los adalides del catastrofismo empeñados que su conciencia moral aumente las terminales, la presencia y el coste del Estado.

 

 

 

 

 

 

 

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