Durante estos meses de «Estado de excepción» al disponer de más tiempo me he tomado la libertad de ofrecer a la opinión pública algunos artículos sobre la situación que estamos atravesando. Publiqué el 7 de Abril «El fracaso de lo público» al constatar la incapacidad para dar respuesta de éxito a pesar de la propaganda de los voceros amigos. El 17 del mismo mes salió «España sin solución» en donde hacía un repaso del problema que supone el Estado para la Nación, para seguidamente el día 30 del mes aparecer «Sociedad pusilánime» en donde con tristeza hablaba de los ciudadanos cobardones y acomodaticios ante la situación.
He continuado también en mayo publicando otros dos artículos, el día 10 «Cuando finalice el secuestro …Que ? y en el último, «Camino de servidumbre», incidía sobre el daño que la situación está causando a las libertades individuales y las consecuencias que algunos comportamientos tendrán sobre las instituciones y la confianza de la gente en los cuerpos de seguridad.
Hoy escribo sobre una situación verdaderamente grave, que al «enemigo» no hay que buscarle en mercados ajenos o en los procelosos mundos exteriores, lo tenemos aquí dentro, ya sea ocupando cargos públicos o privados ( con subvención ) que la capacidad de producción autóctona de tales prójimos sería digna de mejores causas. Las consecuencias de la maldita plaga del CORONAVIRUS nos ha traído desgracias ya comentadas, los muertos de cuyo número exacto no tenemos certeza, el confinamiento ( secuestro ) de la población, la verdad como víctima, el Parlamento cerrado y el autoritarismo como modelo, cuestiones estas que ya he tratado en los anteriores artículos, mientras que a partir de ahora nos enfrentamos a una situación económica que producirá más paro, bolsas de pobreza y una crisis de la que tardaremos en salir una década, siendo lo más paradójico de esta situación que las declaraciones más contraproducentes y perjudiciales para diferentes sectores del entramado socio – económico español han sido protagonizadas por distintos cargos públicos gubernamentales provocando alarma y perplejidad.
De esta forma el comercio, elemento determinante de la actividad económica y que por si mismo supone del entorno del diez por ciento del Producto Interior Bruto sufre todo tipo de restricciones absurdas como la prohibición de apertura según el tamaño o el disparatado planteamiento de relacionar las rebajas y promociones con los metros cuadrados, para cambiar luego de opinión y sumir en el desconcierto al sector que coloca la producción al alcance del consumo privado.
Además de la distribución el turismo también ha recibido la correspondiente andanada, en este caso un Ministro, que les ha calificado de temporales, discontinuos y que aportan poco valor añadido. Notable la diatriba contra un sector que aporta miles de millones de euros únicamente con los visitantes extranjeros, que tiene una competencia de otros países muy agresiva en su oferta y que supone el once por ciento del PIB además de inducir otros tres puntos porcentuales del a industria.
Pensar que esto podían ser las consecuencias de un par de calenturas bucales o de un mal momento es erróneo, la agricultura no se ha librado de los ataques de un miembro del propio Gobierno, que con leguaje de sal gruesa ha venido a decir que es un sector en donde existen los malos tratos y la esclavitud. Seguro que las organizaciones de agricultores del resto de Europa no dejarán de utilizar semejantes declaraciones para debilitar la imagen de un potentísimo competidor.
Como parece ser que era necesaria más madera para avivar el incendio económico otro sector de importancia como el automovilístico con empleos de calidad, buenos niveles salariales y exportador del 85 % de su producción se le coloca en el fiel de la inseguridad jurídica con unas gloriosas declaraciones señalando la fecha de entierro del diésel. No puede sorprender por lo tanto el recado que acaba de enviar Nissan ni los movimientos de Renault.
Este es el panorama de una economía que con amigos como estos no necesita enemigos, cual será la cara que pondrán en el momento de hacer las peticiones de ayuda a la Unión Europea, que cuando lleguen, las que lleguen, serán tuteladas y condicionadas por la propia UE, pues entenderán con muy justificadas razones que quienes deberían formar parte de la solución en realidad son el problema.