El inmovilismo

Titulo el inmovilismo como podía hacerlo con inanición, inactividad, estacionado, detenido, estático, pasivo o petrificado, cualquier adjetivación me servía para describir la más descorazonadora forma de hacer política que he visto : La de un dirigente que ha hecho de la representación pétrea de Lot un modelo de comportamiento, el que lleva a su Partido a convertirse en el ajustado ejemplo de la Línea Maginot.

Todo esto manteniendo una estúpida aureola que trata de convertir el inmovilismo en la ciencia política que deja pudrirse las cosas y como la materia, que no se destruye, la podedumbre política se transforma en descontento que degrada el eco sistema socio – político del País, que les convierte en culpables, en buena medida, de la creciente desconfianza respecto al sistema de Partidos ( lo mejor es que contribuye a instalar la sospecha permanente ante cualquier jerarquía política ) llevando a lecturas de la situación de encefalograma plano que recuerda a aquellos entrenadores del fútbol de los años 70 : «muchachos bien, moral alta».

La ausencia de ideas, no mantener ideales lleva a vegetar por predios inmovilistas en donde la tentación conservadora, hila de la reacción política, es la primera en asentarse con legitimación auto otorgada, para seguidamente dejar a «los mejores» la cosa pública que les hace huir como sommelier del agua en el debate de las ideas, impregnando un sentido tecnocrático que sitúa al Partido en la equidistancia, aquello de la bueno de la izquierda y lo bueno de la derecha, que produce una desazón enorme porque hace aflorar la sensación que el único camino es ser el taller de reparaciones de la social democracia, eso si, no rechazando sus principios.

Esta pulsión conduce al abandono de los ciudadanos en favor de grupos de presión, ya sean estibadores, taxistas, compañías eléctricas, concesionarios de autopistas o productores de alfalfa, nada que propicie la libertad, todo con cargo al presupuesto y asintiendo a cualquier petición siempre que los peticionarios tengan capacidad de montar bronca, todo impregnado de un modelo político ovejuno que no repara en el daño que causa. Que nos queda entonces…? si la política es acción y movimiento constante, si el reformismo es dinámico, si debatir es afrontar riesgo político y nada de ello se hace que nos queda …? Pues queda el camino hacia la irrelevancia, una existencia pasiva, el estatismo como becerro de oro. Queda un Partido antipático.

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