Así tituló Ldwing Von Mises una de las obras de su extensa bibliografía, publicada en 1944. En ella el genio austriaco repasaba desde la realidad que le ofrecían los convulsos tiempos de la gran Viena, la presencia de un estado cada vez de mayor tamaño y más entrometido en la vida de la gente.
Desde luego que esto no es aquella Viena, sobre todo por la diferencia de talento existente entre esa época y la que ahora vivimos, además del apetito regulatorio, las ansias de control a los ciudadanos y el infierno fiscal que sufrimos, ni siquiera entonces, se podía comparar con el presente.
En España el tamaño del Estado y el consumo de recursos no ha parado de aumentar desde la Constitución de 1978. En estos momentos soportamos una estructura formada por el Gobierno y la Administración Central, las Comunidades Autónomas, Diputaciones Provinciales, Cabildos Insulares, Mancomunidades, Ayuntamientos, Pedanías, Juntas Vecinales, Concejos, Entes Públicos … que tienen estabulados a tres millones de empleados públicos provocando un endeudamiento superior la PIB Nacional y una voracidad tempestuosa para aumentar impuestos.
Tenemos un Estado que abandonó las funciones básicas, únicas que pueden justificar su existencia, defensa y garantía de la libertad, la vida y la propiedad de los ciudadanos, para en lugar de ello dedicarse a regular las cuestiones más inimaginables y estúpidas que puedan existir. Disponen las AA.PP del arma más destructiva que podamos imaginar : El Boletín Oficial, instrumento diabólico que nos ha llevado a una hiperinflación normativa y regulatoria que por mucha voluntad que se ponga, comprenderla es ejercicio imposible.
Si hay algo que los ciudadanos debemos tener presente es que cada vez que el Estado actúa, siempre, siempre¡ ocurren dos cosas : nos cuesta libertad y nos cuesta dinero. Nos cuesta libertad pues aparecen para acotar espacios y actividades ciudadanas que hasta ese momento no lo estaban, creando obligaciones y normas que restringen el libre albedrío de la gente. También nos cuesta dinero, pues a toda obligación le añaden una Tasa o se inventan un impuesto ad-hoc.
Calificar al Estado como «Infierno Normativo» en absoluto es tremendista, en 2019 se aprobaron en España del orden de 13.000 leyes, normas, decretos … si, han leído bien. Este dopaje normativo alcanzó incluso a localidades como Villanueva de la Torre, en donde los perros tiene permiso para ladrar desde las ocho de la mañana a tres de la tarde, para que después del pertinente descanso puedan los villanovenses canes volver a ladrar de cinco de la tarde a diez de la noche. ( Doy mi palabra que esto es completamente cierto)
Como sería la situación que los mismos culpables del desmadre normativo decidieron contenerlo, así, el Parlamento aprobó en el año 2013 la «Ley de Unidad de Mercado», que en lugar de arreglar nada generó su propia burocracia normativa, pues empezó creando el «Consejo para la Unidad de Mercado» que se puso como un poseso a inundar de informes, dictámenes y colmatar de normas la administración que pretendían adelgazar.
Enternecedor, verdad. Como traducimos en materia impositiva todo este piélago normativo …?Pues pagando al Estado más que nadie.
En España cuatro de cada diez euros del salario de los trabajadores se lo queda la Administración, situación esta superior en cinco puntos a la media de la OCDE, dato relevante en estos momentos de debate sobre la subida del SMI, ya que cuanto más elevado sea este mayor dinero se embolsa el Estado.
Está claro que no les conviene nada limitar la producción legislativa, pues si así lo hicieran controlarían menos al común e ingresarían menos dinero de los ciudadanos y eso no les gusta nada, por lo tanto continúan interviniendo aunque el intervencionismo produzca desconfianza y suponga para la Nación un lastre insoportable.