Uno de los más desconocidos pensadores a pesar de su importancia intelectual es Henry Thoreau, de quien seguidamente voy a desgranar algunos datos, pues considero que una figura tan contraria a los convencionalismos como singular en si misma debe ser más conocida, ya que su concepción de vida y sus heterodoxas ideas bien merecen la pena se extiendan, sobre todo en estos tiempos en donde estatistas, meapilas del buenismo y aposentados en las ubres del dinero de los contribuyentes campan dando doctrina de como debe actuar la gente.
Nace Thoreau en Massachusetts en 1817, un 12 de julio. Fallece 45 años después en Concord, el mismo lugar de su nacimiento.
Sus estudios los realiza en Harvard en donde se graduó a los 20 años, dando muestras ya de su personalidad cuando en la ceremonia de graduación propugna que se debería invertir el precepto divino y «trabajar únicamente un día a la semana y descansar los seis restantes».
Fue tal su desapego por la académica institución que se negó a pagar el dólar que costaba el título oficial, aunque lo mejor, según sus propias palabras que pudo ofrecerle Harvard, fue su biblioteca que frecuentó a lo largo de su vida.
Ideológicamente fue heterodoxo a la par que libertario, se enfrentó radicalmente al naciente imperialismo de su propia Nación y al esclavismo imperante. Su obra más importante «Diarios» no se publicó hasta el año 1905, son quince volúmenes compendio de sus ensayos, sus obras, conferencia, pensamiento …
Su ideología libertaria es de una enorme fortaleza intelectual, Thoreau libre de prejuicios manifestaba que el mejor gobierno era el que menos gobernaba y deseaba verlo puesto en práctica rápidamente, aunque matizaba : «el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto».
Esta maravillosa, libérrima e insobornable voluntad de no someterse al Estado vuelve a ser evidente cuando afirma que » El Estado nunca se enfrenta voluntariamente con la conciencia intelectual o moral de un hombre sino con su cuerpo, con sus sentidos. No se arma de honradez o de inteligencia sino que recurre a la simple fuerza física y Yo no he nacido para ser violentado».
Continuaba Thoreau : «Cuando veo que un gobierno me dice, la bolsa o la vida, por qué voy a apresurarme a darle mi dinero…? Puede que se halle en grande aprietos y no sepa que hacer, yo no puedo hacer nada por el, debe salvarse así mismo, como hago yo. No merece la pena lloriquear. Yo no soy el responsable del buen funcionamiento de la máquina de la sociedad».
«No he pagado los impuestos sobre los votantes desde hace seis años. Por ello me encarcelaron una vez, durante una noche y mientras contemplaba los muros de piedra de 60 u 80 centímetros de grosor y la reja de hierro que filtraba la luz, no pude menos que sentirme impresionado por la estupidez de aquella institución que me trataba como si fuera mera carne, sangre o huesos que encerrar. Me admiraba que alguien pudiera concluir que ese era el mejor uso que se podía hacer de mi y no hubiera pensado en beneficiarse de mis servicios de algún otro modo».
Hoy en una sociedad asustadiza, cobardona, siempre culpando a los demás de sus propias incapacidades mientras que espera que el Estado le resuelva la vida, leer a Henry Thoreau supone comprender la maravillosa sensación de ser libre, vivir del propio esfuerzo, responder de los propios actos y sobre todo no conceder ninguna superioridad moral ni al Estado ni a sus propagandistas.