Opinador perejil

» Persona entrometida a la que gusta ser el centro de atención » .                                       

Son habituales, forman parte de la cuadra que todo medio que tenga estructurado algún tipo de tertulia. Son, oh ¡ los expertos.

Acudir a expertos en el caso de los medios de comunicación  es medida habitual, ante singularidades y circunstancias que sobrepasan el general conocimiento.

Al rebufo de una práctica que tiene una justificación muy pertinente se han instalado en los medios los expertos perejil que una vez ocupado el espacio convierten su pertenencia en objetivo para continuar y que la máquina de facturar no se gripe, con lo cual el principal objetivo que tienen es no molestar practicando la equidistancia, convirtiendo las frases hechas y los lugares comunes en su muleta habitual, llenando hasta los topes sus intervenciones de los mismos, práctica destinada a no incomodar demasiado para continuar en  el negocio de «opinador perejil » flotando como un corcho en las cada vez más procelosas aguas de la opinión publicada profesional.

En este modelo de actuación los opinares perejil tienen tipos de argumento que les sirven para todo, ya sea sobre un comportamiento fundamentalista religioso, ya sea la última melonada del kultureta guay. Quién no les ha escuchado la frasecita mágica «todas las opiniones son respetables», la cual les sirve como señuelo para enlazar todo tipo de planteamientos bizcochables , en donde aparece seguidamente el inevitable «es su cultura» para aparecer cono tolerantes, comprensivos y todos los ismos que el buenísimo conlleva, ocultando de esta forma la búsqueda de planteamientos objetivos que permitan en condiciones de igualdad juzgar y analizar comportamientos  universales, aunque evidentemente es pedir a los opinares perejil que se comporten con algo, aunque sea solo un poco, de decencia intelectual.

De esta forma los equidistantes conscientes transitando por las posiciones enunciadas alcanzan su máxima y esférica condición cuando ante un asunto controvertido sueltan aquello de «bueno, todos somos culpables» sostén recurrente de los perejiles, que de esta forma tan falaz pretenden diferenciarse. Todos culpables, menos yo que lo digo, formando parte de ese inmenso fraude intelectual y moral que es el buenísmo que sorprendentemente continúa gozando de una cierta respetabilidad, aunque en una sociedad tan mansurrona como la española tampoco sorprende.

De todas formas estos perejiles se caracterizan por saber muy bien como sortear obstáculos que puedan poner en cuestión la colaboración, el artículo, el seminario, la conferencia, en definitiva, la soldada, tienen en el «nadie es más que nadie» un instrumento dialéctico que les evita entrar en materia a la hora de opinar sobre verdaderos gañanes y mucho menos compararles, pues «todas las comparaciones son odiosas», postura que no es otra cosa que cobardía para afrontar debates que puedan poner en evidencia las morosas capacidades intelectuales que les adornan,  que solo un mecanismo de defensa alimenticia.

Mientras tanto, contumaces como ellos solos, continuan como el perejil de todas las salsas opinando de todo, pero de aquella manera, es decir con frases hechas y entonación campanuda para que las formas eclipsen en lo posible el contenido de inaguantable levedad en que están envueltos, no sea que descubrir el páramo intelectual que les acompaña y la cobardía que les caracteriza les deje fuera del circuito de colaboraciones.

 

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