El 14 de marzo de 2020, el Presidente del Gobierno decretó el Estado de Alarma. Se iniciaba ahí el periodo con mayor pérdida de libertades que los españoles habíamos sufrido desde la dictadura de Franco. El «Estado de Excepción» se prolongó hasta el año 2021 con unas limitaciones de circulación y vida en libertad como nunca nos pudimos imaginar.
No se trata de recordar de nuevo las causas que provocaron este secuestro ciudadano ni como fueron ignorados en algún caso, cuando no ocultados en otros, los avisos de lo que se avecinaba a cuenta del COVID. Se trata de analizar si después de 120.000 muertos y un País destrozado económicamente con millones de parados se puede tener esperanza.
El título del artículo es pertinente, aquí no solo estamos sanitariamente muy afectados, también han quedado otras secuelas : Un encierro que disfrácese como se quiera fue un auténtico «Estado de Excepción» que resultó insoportable para mucha gente, viendo como los poderes del Estado actuaban ajenos a los necesarios mecanismos de control democrático, con actuaciones en algunos casos muy merecedoras de sospecha provocando una desconfianza que se ha visto acrecentada por actuaciones policiales que amparadas en el «Estado de Excepción» y la «Ley Mordaza» del malhadado Fernández han pasado por encima de mucha gente, que ante semejantes comportamientos se vuelve más irascible y sobre todo más desconfiada, viendo como han actuado quienes debiendo velar por su libertad, su vida y su propiedad, se ampararon en la situación para orillar sus obligaciones, para acabar todo ello con el soberano sartenazo del Tribunal Constitucional declarando inconstitucionales aquellos Estado de «Excepción».
No es casualidad el titular del presente artículo, es muchísima la gente que tiene afectados en sus familias y entornos, ya sea fallecidos a causa del COVID, ya sea por que han acabado en las larguísimas colas del Paro o sus negocios arruinados por la situación sanitaria y económica.
Ante este panorama muchos se plantean, con evidente lógica, si el Estado soportará por mucho tiempo una deuda superior a la totalidad del PIB de España, a lo que se añade una distribución de los activos en la economía real, la que soporta todo el sistema que pueda mantenerse en el tiempo, pues analizada causa escalofríos, con nueve millones de pensionistas, tres millones de empleados públicos, más los parados y los sujetos a ERTES, son trece millones que están en la economía productiva los que aguantan y parece muy difícil que pueda mantenerse en el tiempo sin que el sistema haga crack y se lleve todo por delante.
Quien soporta todo esto …? quien aguanta la situación de una Nación de apariencias y formas democráticas que deriva, parece que inexorablemente, para que la separación de poderes no sea más que un enunciado irreal, con un ritmo político complicado, en donde a la vista de los datos que nos señalan más de 44.000 PYMES desaparecidas, tener esperanza en lo que pueda depararnos el futuro no pasa de ser un ejercicio voluntarista, pues la esperanza como acto racional para la recuperación de los derechos civiles o la mejora económica solo se puede asumir como acto de fe y desde luego la vida de una Nación no se sustenta sobre la fe del carbonero.