El consumo, principal componente del PIB caerá un 16 % por aumento de los desempleados de una parte y la contracción del gasto por otra como consecuencia de la desconfianza que se tiene en la situación. También el paro lastará el futuro de las pensiones y los ingresos previstos, que contraerán la demanda interna haciendo inviables las previsiones (en modelo el papel lo aguanta todo) de recaudación de impuestos reflejados en los PGE. Todo ello como consecuencia de una difícil situación con cuatro millones de parados y otro millón atrapados en los ERTES que dibuja una situación desoladora en cuanto al futuro empujando a la emigración, además de un 40 % de paro juvenil preludio de una generación sin expectativas, con proyectos de vida frustrados que los convertirá en jóvenes airados, empobrecidos y con salarios como Chequia.
Además de estos datos nos encontramos con otras realidades que llegadas de aluvión con la pandemia e impulsadas por la situación parece que vienen para quedarse definitivamente.
Así, la medicina, primera actividad afectada por el CORONAVIRUS tardará años en volver a la normalidad, pues lo cierto es que han dejado de atender muchas necesidades y ahora hay que ver cuantos pacientes están en peligro real en una sanidad que durante tanto tiempo algunos se llenaron la boca diciendo que era la mejor del mundo y que llegada la hora de la verdad pareció no serlo tanto. Lo que hace falta de verdad es visión para afrontar cambios imprescindibles como la telemedicina, algo más que llamar por teléfono y no ser atendidos, la implantación definitiva para todos los casos de la receta electrónica añadido con la medicina a distancia que la tecnología ya permite, todo ello si los diecisiete sistemas interiores lo consienten, que no está nada claro que un cambio tecnológico y preventivo en profundidad sea admitido por el prurito de las sacrosantas competencias autonómicas.
Tendremos también que acostumbrarnos a vivir en una nueva movilidad, que será algo más que fastidiar a la gente con estúpidos carriles bici, la reordenación de la comunicación de las vías públicas deberá tener muy presente la atención de las necesidades con la aplicación de recursos tecnológicos y de traslado adecuados, que establecerán modelos de burbujas, tanto sanitarias como de trabajo, comerciales o actividades culturales.
El mundo profesional que se ha visto claramente afectado por esta pandemia ha dado un impulso claro al teletrabajo que irá en aumento y será lo habitual. Las viviendas alcanzarán mayor valor cualitativo, serán lugares para algo más que dormir, con espacios desde los cuales tele trabajar que requerirán dotaciones e infraestructuras básicas seguras, con funcionamiento sin sobresaltos y que por medio de la destrucción creativa hará que los espacios para oficinas declinen paulatinamente su importancia, igual que las video conferencias, con la implantación definitiva de sistemas como Zoom o Skype, se implantarán en detrimento de viajes, las reuniones presenciales y el presentismo con los horarios infernales existentes hasta el momento.
Todo estará además condicionado por factores que influirán claramente sobre España sin que pueda influir, o muy poco, sobre ellos. Las guerras comerciales, el petróleo, clave en un País como el nuestro dependiente al 88 %, los movimientos de inmigrantes ilegales que han olido como los tiburones la sangre que España permanece inane ante la situación o la cada vez mayor irrelevancia ante la Unión Europea por lo poco fiables que nos consideran, además de las injerencias de los regímenes iliberales cuando no directamente dictaduras y muy importante : la orfandad tecnológica que sufrimos en un mundo cada vez más necesitado de ella.
En este pasado 2020 hemos ganado en miedo, en incertidumbre, existe gran inquietud por ver cuando pasará todo y que traerá 2021, que viendo la mediocridad de las estructuras y de quienes toman decisiones a todos los niveles, no podemos asegurar que se afronte con garantías.