Santander, que ha perdido más de cinco mil habitantes en los últimos años y en donde además su población está envejeciendo con la baja natalidad como principal causa, con una tasa de envejecimiento con elevado porcentaje, superior en quince puntos porcentuales a la tasa de juventud.
No se pude obviar que ha sido muy conveniente e incluso necesario la instalación de escaleras y rampas mecánicas por diferentes zonas de la Ciudad en el eje norte / sur de la misma, dadas las características orográficas que tiene y la cantidad de personas mayores necesitadas de facilidades para sus desplazamientos.
Durante los últimos años se han instalado rampas y escaleras en diferentes zonas de Santander, que han ido desde el inicial funicular del Rio de la Pila y desde la calle Vargas a la calle Alta o desde Antonio Mendoza, Francisco Palazuelos o Lope de Vega hasta el Paseo del Alta, lo miso que desde Gurugú hasta Canalejas. Estas y algunas otras que están en funcionamiento ( si el servicio de mantenimiento las hace funcionar ) han sido actuaciones muy razonables pues palian en buena medida los problemas para desplazarse de un número importante y creciente, de ciudadanos.
De todas formas la tendencia ha creado «el derecho», no hay ahora asociación vecinal aunque sea de ignota representación o jefe de escalera que no reclame «su derecho», ante el menor desnivel, a tener la escalera mecánica correspondiente, aunque tampoco el equipo de gobierno municipal necesita que le animen mucho con esto de la tracción mecánica, en donde se están mostrando tan fundamentalistas como lo son en su irredenta persecución del automóvil, más propia del proselitismo con creencias radicales de la Agenda 20230. Ante, eso sí, la pasividad de los automovilistas y la más que sorprendente de los profesionales sector.
Ejemplo de esta pulsión instaladora de rampas y escaleras la muestra el anuncio público para colocarlas entre Bajamar y Reina Victoria, espacio con dificultas de tránsito muy menores en comparación con otras muchas zonas santanderinas, lo cual lleva a la muy razonables duda sobre el tipo de vecinos a los que se quiere agradar, pero de verdad, lo que intranquiliza no son únicamente estas superfluas escaleras, lo preocupante es el anuncio que se ha hecho para urbanizar Bajamar en el espacio comprendido entre el Dique de Gamazo y la Fenómeno, en donde vistos los antecedentes nos pueden instalar otra horterada como la perpetrada en la Plaza de Italia, o la amenaza que se cierne sobre uno de los últimos vestigios de la Machina santanderina, el espigón de Puertochico, en donde además de plantitas y bancos modelo Benidorm, presentaron un proyecto con el inevitable Okuda de colofón.
Parece que es mucho pedir a los ideólogos de semejantes boludeces que respeten el espíritu de los muelles de la Ciudad, aunque dados los comportamientos está visto que Santander no ha entrado en ellos por mucho que tengan responsabilidades en la Capital.
Me parece que tu querido Bajamar va a acabar convertido en botellonódromo, con todas las bendiciones municipales.
Sobre la persecución al automóvil –incluyendo las motos, que tela…–, ya podrían empezar renunciando ellos al coche oficial; aunque me temo que eso no lo verán nuestros ojos.
Y estoy contigo: habría que hacer algo para salvar los muelles.