Publicado en Diario Montañés 9 noviembre 2017
El problema catalán no se puede resolver,
sólo se puede conllevar.”
Ortega y Gasset
Los historiadores del fututro encontrarán un hito de referencia en la sima moral, económica y política a la que el nacionalismo ha precipitado Cataluña . Los separatistas han cosechado tres fracasos con los que no contaban: el rechazo de la comunidad internacional, la espantada del sector empresarial y la pérdida del monopolio en las calles, pero también han abierto una brecha social de futuro impredecible. Sembrando vientos de discordia cosecharon una oleada de rechazos dentro de su propia comunidad y del resto de España. Con anterioridad el Gobierno no había aprendido del desafío que supuso el referéndum de hace un año. No actuó cuando el parlamento catalán inicio la elaboración del proceso de independencia sino que se continuó con la búsqueda de un diálogo con el sedicioso, y el intento de comprar su voluntad con mayores concesiones económicas, desoyendo el clamor nacional y las consecuencias de una deriva, que entre otros males ha conducido a la huida de inversores en España y a la de las empresas radicadas en Cataluña.
Los separatistas anunciaron leyes de desconexión y las aprobaron; convocaron un referéndum y lo celebraron; comprometieron la declaración de independencia y la proclamaron. Han sido la intervención del Rey, y los gentes de Cataluña echándose a la calle con banderas nacionales y senyeras lo que finalmente ha forzado la reacción del Gobierno con la dubitativa ayuda de una oposición que días antes llegaba a pedir la dimisión de la Vicepresidenta por emplear la fuerza pública para impedir un referéndum ilegal. Ante esta situación límite, la aplicación del artículo 155 era una obligación ineludible, aunque se ha hecho a regañadientes, casi pidiendo perdón y con tanto miedo que se ha llegado a pactar con el PSOE la no intervención de TV3, que mantiene aún su actitud de desafío, hablando desde la Republica catalana e incluyendo entrevistas con un Presidente huido de la Justicia .
Con esta tímida aplicación del 155 se ha espantado, de momento, a los revoltosos que tomaron las calles y a los arrogantes nacionalistas que rápidamente huyeron y ahora reclaman el amparo de los tribunales despreciados. ,¿Dónde están las masas vociferantes que acosaban a las fuerzas de público, los organizadores de huelgas generales, los alcaldes con sus bastones alzados?. Toda la arrogancia del desafío parece diluirse el día en que el gobierno decidió aplicar la ley, disolviendo un parlamento desafiante y cesando a sus líderes. Porque se había sobrevalorado la respuesta . Acostumbrados a ceder en continuas demandas, con la amenaza de la acción fiscal, se creía que el problema podría acallarse. Durante años se ha actuado así, mientras el movimiento nacionalista crecía , dedicando los recursos públicos a la causa independentista y mostrando su continuada deslealtad nacional.
Gobernar supone la toma de decisiones, no sólo administrar las cuentas públicas. La tímida y lenta, reacción del Gobierno, acostumbrado a no ejercer su autoridad , temeroso de una reacción popular, aterrado ante las supuestas imágenes en la prensa internacional de la policía disolviendo tumultos, receloso de la reacción de los nacionalistas vascos, y descargando responsabilidades sobre los jueces y fiscales, es la muestra de gobernantes acostumbrados a ejercer labores de técnicos, cuando su cometido es fundamentalmente político, y la defensa de la unidad nacional y el interés de todos los ciudadanos es prioritario en cualquier decisión. De esta forma da la impresión de que el Estado careciese de instrumentos adecuados para hacer frente a una rebelión perpetrada dentro del país. De la contundencia frente al golpismo militar realizada un desgraciado 23-F por Tejero y Milans en el comienzo de la democracia , se ha pasado a recurrir al Juzgado de Guardia para resolver una situación incluso más grave.
Pero el problema catalán no es solo un asunto de leyes sino el enfrentamiento a unas creencias que se han incrustado firmemente por años de permisividad suicida. Para combatir los sentimientos no vale la aplicación simple del Derecho. La convivencia nacional es mucho más que cumplir las mismas leyes sino la aceptación de la misma identidad nacional. Queda pendiente de resolver la brecha social provocada por los sentimientos nacionalistas que han nutrido a generaciones de jóvenes durante las cuatro ultimas décadas.
Las futuras elecciones anuncian un panorama no muy diferente al hasta ahora presente. Puede que la situación económica. conduzca a algún cambio, pero el radicalismo de los independentistas se mantendrá amenazando con un escenario similar. Serán necesarias décadas para que cambie el sentimiento de ser tan diferentes que no acepten la convivencia con el resto de los españoles. Se puede convivir con religiones, con razas, con lenguas distintas, pero no entre quienes se sienten diferentes y oprimidos . Y este es el desafío que se mantendrá durante aún muchos años. Es la triste herencia que nos dejan unas leyes electorales absurdas y la persistencia de complejos para actuar con sentido de Patria.