(Artículo publicado en El Diario Cantabria el 12 de junio de 2018)
Dicen los que dicen que saben que en política (en la vida en general) no hay nada peor que las prisas, el ego, y creerse que todo vale para ganar y para mantenerse. O puede que no, porque sigue habiendo a los que las malas experiencias de otros por dirigirse así les importan un bledo, y son justamente esos bagajes con los que se lanzan a lo que se lanzan. Esto hace Pablo Zuloaga, el moderno secretario general del PSOE de Cantabria, candidato a presidente regional, y próximo delegado del gobierno, cuando le justifican el nuevo puesto con la intención de mejorar sus perspectiva electorales.
Con este nombramiento con ese objetivo el PSOE convierte la Delegación del Gobierno en una empresa de marketing electoral, que van a utilizar a la carta para que se conozca a un candidato regional al que no conocen en Cantabria. Los socialistas travisten la finalidad de la institución y la prostituyen para hacer de ella un uso partidista inapropiado, inoportuno e intolerable. Se van a gastar el dinero público de todos, el que nos quitan de nóminas y pensiones, y los recursos públicos de una institución, para hacer campaña en favor de sus siglas y de su cabeza de cartel. Y eso no es aceptable.
También pierde el PSOE a su portavoz más importante, porque no parece el atril de la delegación el sitio desde el que pueda hacerse política crítica. Zuloaga, como delegado, se inhabilita para la labor más obvia que tiene el líder de una formación política, que pasa por exponer un proyecto, compartir unos principios ideológicos, buscar la connivencia de los ciudadanos, defenderse de los ataques del contrincante y constituirse como alternativa. Pero siempre con un discurso propio, libre de obligaciones externas y desde las tribunas que brindan los partidos desde dentro. Difícilmente se puede ser el representante de un gobierno de todos y para todos si se utiliza el cargo como pasarela y altavoz únicamente para consolidar una candidatura electoral.
Zuloaga deja además tirados a los que le hicieron alcalde. Les falla en el compromiso adquirido de poner todo el tiempo todo su esfuerzo y todas sus capacidades, las que quiera que tenga, en favor de su municipio y de sus vecinos. Nada podrá decir a quienes le acusen de haber usado la alcaldía como mero trampolín para otros intereses. O que vaya a usar su puesto de delegado para hacer exactamente lo mismo, que no sería otra cosa que medrar a costa de
otros, y gratis porque se lo
paga con fondos públicos. Los ciudadanos merecen siempre sinceridad y altura de miras, pero no para beneficio propio de quien les gobierna sino para su mejora como colectivo. Zuloaga y su partido han escogido el camino contrario, el del aprovechamiento de lo de todos para alcanzar sus propias metas.
El secretario general del PSOE de Cantabria ha tomado la senda más fácil para reforzarse como candidato. Y la menos ética, porque retuerce el fin colectivo en su único beneficio. La delegación del gobierno debe ser un referente de representación institucional y no un instrumento electoral ni una extensión de un comité de campaña. Y el secretario general de un partido que es además su candidato a presidente debe serlo a tiempo completo. Zuloaga, que deberá dejar la delegación en febrero para poder presentar a presidente de Cantabria, hará trampas si usa su posición de delegado para hacer campaña, faltará a su compromiso como máximo dirigente de su partido al tener que dejar de ser su primera voz, y defraudará a los vecinos del municipio del que es alcalde. Si quiere que se sepa quién es y qué ofrece debería recorrerse Cantabria de palmo a palmo, como hacen los valientes, y no usar los cargos para ello, como hacen los mediocres. Pero yo soy escéptico…