Publicado en DM el 16 abril
En todos los procesos electorales los candidatos esgrimen el argumento de la importancia del voto favorable. Ahora los partidos que ven amenazadas sus expectativas, hacen llamadas a la responsabilidad y la necesidad de concentrar el voto útil.
A juzgar por las encuestas parece quedar claro que las próximas elecciones los socialistas ganarán las elecciones, pero con una cámara legislativa de voto dispersado que dejará la puerta entreabierta a los temidos pactos con los nacionalistas. Nuestra ley electoral, tan criticada como injusta, lleva camino de cumplir medio siglo sin que los políticos se muestren dispuestos a cambiarla. Entre otras cosas, porque siempre les ha venido bien a quienes obtenían mayorías suficientes: tres veces el PSOE y dos el PP. Y porque a los grupos nacionalistas, aquellos que precisamente sienten España como algo ajeno de la que gustosamente se separarían, les favorece el actual sistema, cuando menos compensándoles con inversiones millonarias pagadas por todos los españoles.
Ahora, con un socialismo radicalizado, en nada parecido al partido protagonista de la transición, los electores conservadores o liberales aparecen escindidos en tres grupos, que unidos llegarían a la ansiada mayoría absoluta, pero separados conseguirán muchos menos escaños que los que representa el sentimiento de sus votos. Aunque tengan más, obtendrán menor representación y España volverá a ser gobernada por quienes representan a menos de un tercio de los votantes. Ante ello, se clama por el voto útil, anunciando que si quienes no desean volver a los dispendios socialistas o temen su pacto con los nacionalistas, deben concentrar el voto en una sola opción. Y tienen razón. La mayoría de los encuestados, señalan su preferencia mayoritaria por el PP, Ciudadanos y Vox, pero los dirigentes de estos partidos en modo alguno parecen dispuestos a realizar un pacto preelectoral.
Junto a los datos de las encuestas aparece una cifra elevadísima de indecisos que dicen aún dudar sobre a quien votar o incluso de si lo van a hacer y de ellos dependerá el resultado electoral final. Pero, ¿realmente dudan o es la manifestación del voto oculto?. Tengo la impresión de que muchas encuestas van a saltar por los aires el día del recuento. El malestar generalizado hacia la clase política es el sentimiento generalizado que inicialmente se manifestó con la aparición sorpresiva de Podemos y ahora con Vox. No muy distinta a lo que viene ocurriendo en toda Europa, donde los problemas económicos, la inmigración no regulada y el desencanto han conducido al surgimiento de partidos nuevos o al hundimiento de los tradicionales, desde la izquierda y desde la derecha, en Holanda, en Austria, en Italia, en Francia, en Finlandia , en Dinamarca y en Suecia. Por no hablar del éxito de Trump, un presidente que jamás habría encajados en el pensamiento republicano, pero que recogió el mensaje simple y claro de “ America, first”.
La pregunta del millón es clara. Si los tres partidos más decididos a hacer frente al independentismo catalán y a rebajar los impuestos, están realmente dispuestos a hacer lo que prometen recogiendo el sentir de gran parte de los españoles, ¿por qué no se han puesto de acuerdo en presentar una coalición preelectoral, en lugar de descargar la responsabilidad y la culpa de la dispersión del voto en los ciudadanos?. Cuando se considera que la situación es de emergencia nacional, tanto por la economía como por la amenaza secesionista catalana, deben prever con antelación qué resultados van a obtener acudiendo separados en vez de ofrecer la posibilidad de concentrar sus votos mediante pactos preelectorales. Es evidente, que si tienen posibilidades de gobernar tras las elecciones, será por un pacto entre ellos, con cesiones mutuas. Pero también es cierto que para ese viaje no necesitaban esas flacas alforjas. Si lo hubieran hecho antes, sus resultados serían mucho mayores. Pero, todos han preferido ser cabezas de ratón.
Quizás se aprenda de una vez por todas una lección: la necesidad de realizar alianzas pre electorales que eviten el riesgo de perder las elecciones o forzar alianzas a posteriori. ¿Quién será entonces el culpable de todo?. Que no se lamenten, porque la responsabilidad no recae en los electores sino sobre ellos.