Se esperaba como el agua de mayo. Las dos aficiones de los clubes de fútbol más importantes del mundo, Real Madrid y Fútbol Club Barcelona, afrontábamos con ansiedad, pero con ilusión y optimismo, el desenlace del partido que elevaría la autoestima del ganador a lo más alto.
Se enfrentaban los dos primeros equipos de la liga española. Ambos alcanzaron la final de la Copa del Rey después de superar obstáculos de todo tipo, a lo largo de la contienda clasificatoria. Y, finalmente, llegó el día 20 de abril, un día que pasará a los anales de las historia del fútbol español porque representa el comienzo del fin de la era Guardiola, en mi opinión –se nota que soy madridista, ¿verdad?- y renace la aureola de los futbolistas entrenados por José Mourinho, llamados a escribir una página gloriosa en el escenario futbolístico español, europeo y mundial.
El mejor club del siglo XX, el Real Madrid, contrató al considerado en los ambientes futbolísticos internacionales como el mejor entrenador del mundo –The special one, como él mismo se autenominó en una ocasión-, el portugués José Mourinho. La entidad se marcó como objetivo recuperar la senda de los títulos para lo cual era imprescindible acabar con la racha, y arrebatar la hegemonía, alcanzada en los tres últimos años por su eterno rival, el Fútbol Club Barcelona.
Llegar a la final de la Copa del Rey, y ganarla después de dieciocho años, es mérito de todo el madrismo. El Real Madrid supo reencontrar en José Mourinho los valores tradicionales de un club que se habían diluído durante las últimas campañas. José Mouriño y un elenco de jóvenes futbolistas con talento nos han recordado las épicas vistorias del madridismo durante la “quinta del buitre”, entre otras etapas históricas inolvidables.
José Mourinho ha roto la barrera mental que acogotaba al Madrid, con un innovador sistema de contención y contraataque. En solo cinco días, el técnico madridista ha conseguido reforzar la autoestima y moral de sus futbolistas y golpear psicológicamente al equipo rival, desactivado por la estrategia puesta en acción por el técnico de Setúbal, en solo dos partidos. Yo lo había pronosticado a mis hermanos Sinfo y Carlos, así como a muchos de mis amigos: Encho, Quique, Gabri,… incluso a mi hijo Nikita, que albergaba alguna dudas. El Real Madrid ganaría la Copa del Rey neutralizando el juego del Barça. ¡Los blaugranas se sentían ganadores natos, confiados, pero la táctica de Mouriño les sorprendió y se impuso a la practicada por Guardiola!
En estos partidos, cuando se juega una final como la Copa del Rey, además del talento, la fuerza y la inspiración de sus protagonistas, tiene mucho que ver el chispazo caprichoso del destino. Pero, también, intervienen otros factores que, a la postre, le dieron el triunfo al Real Madrid. En ese lugar se encuentran la autoestima, creatividad y la innovación de un técnico que construye y refuerza la identidad de un equipo, revitalizando sus fortalezas y encontrando soluciones para sus debilidades, en función del equipo contrario.
Dos estilos de fútbol contrapuestos. Guardiola ha impregnado al Barcelona, desde que llegara al primer equipo, de una exquisitez inusual. Para ello ha contado con una generación de futbolistas que, en su mayoría, crecieron en la Masía –algunos a sus órdenes desde su más tierna infancia-, que juegan juntos desde su paso por alevines. Mourinho ha construido un equipo equilibrado, compatibilizando la fortaleza defensiva de Arbeloa, Pepe, Carballo, Ramos y Marcelo con la sutileza y determinación de Xavi Alonso, escoltado por Khedira, Lass, Özil y Di María, y la contundencia de Ronaldo, Benzema y Adebayor, ante la portería contraria y la seguridad de Casillas, defediendo la propia.
La prensa nacional no ha escatimado elogios. Desde ¡superfiesta blanca!, del díario AS; el Mou Team pone fin a la hegemonía del mejor Barça, del Marca; Mourinho baja del pedestal a Pep, en El Mundo; el Madrid destrona al Barça, en La Razón hasta el Barça muere de pie, en la Vanguardia. En Mundo Deportivo, se leía «Adiós a la Copa, ahora a por la Champions» y «El planteamiento maquiavélico de Mou da sus frutos y el Barça, que ha puesto el fútbol, ya espera la Champions».
Es evidente, y coincido con opiniones cualificadas plasmadas en algunos medios de comunicación internacionales, que la decisión de Mourinho de colocar a Pepe en la línea medular para ayudar a Xavi Alonso y Khedira, fue una decisión estratégica acertadísima del técnico portugués. Pepe y Khedira anularon la línea de creación que representan los supercracks Xavi Hernández, Messi e Iniesta. ¡Mouriño, en definitiva, impuso su ley!
Decía mi colega Pablo Garralda, en su post, Empacho de Clásicos, publicado el 15 de abril –y que recomiendo volver a leer- que los cuatro partidos que jugarán ambos equipos en 18 días, proporcionarán a los amantes del fútbol presión, alegrías o “humillaciones” insoportables. Comparto con Pablo esas apreciaciones y me planteo la reflexión ¿qué carajos tiene el fútbol de élite que nos engancha a los humanos de todo credo y condición en el planeta tierra? Pero, discrepo con Pablo en la parte final de su post: “que gane el mejor… y si no, pues que gane el Real Madrid”.
Hoy, yo cambiaría esa frase por otra: ¡que gane el mejor! En la Copa del Rey, el mejor ha sido el Real Madrid; en la semifinal de la Champions, me aplico el proverbio hindú: “no hay árbol que el viento no haya sacudido”. De todas formas y, por si acaso, estoy gestionando hotel en Londres para el fin de semana 27/28 de mayo y asistir a la final de la Champions en el estadio londinense de Wembley.
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