La coyuntura económica, social y educativa de hoy impulsa esta actuación con la finalizad de colocar a Decroly en una posición de referencia del sistema educativo y de la formación profesional en Cantabria
Desde hace cuatro años, el mundo vive inmerso en una crisis económica imprevista, sin precedentes, con efectos demoledores en los ciudadanos de todo el planeta tierra. Europa y España –por tanto, también Cantabria- están siendo afectadas por las consecuencias de esta vicisitud que empobrece a las personas y a los países, con una virulencia jamás conocida. Una tasa de desempleo en torno al 21% y cinco millones de desempleados, en la actualidad, son una evidencia que no requiere comentario alguno.
En “EUROPA 2020: Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”, un Comunicado de la Comisión de la Unión Europea (UE) publicado el 3 de marzo del año pasado, se reconoce los efectos demoledores de la actual crisis económica que ha debilitado el progreso económico y social alcanzado durante los últimos lustros. Desde esa fecha hasta hoy, lejos de clarificarse el horizonte, los nubarrones parecen consolidarse con contumaz determinación. Sin embargo, y por razones obvias, el documento explicita los pilares que deben ser apuntalados para dar respuesta a los retos que representa la mundialización de la economía, el envejecimiento de la población y la presión sobre los mercados, entre otros.
Para salir fortalecidos de este trance, hemos de lograr, entre todos, convertir a la UE en una economía inteligente, sostenible e integradora para alcanzar los más altos niveles de empleo, de productividad y de cohesión social. Con esa finalidad, Europa 2020 propone tres prioridades que se refuerzan mutuamente:
1. Crecimiento inteligente, mediante el desarrollo de una economía basada en el conocimiento y la innovación;
2. Crecimiento sostenible, a través de la promoción de una economía que haga un uso más eficaz de los recursos, que sea más verde y competitiva y
3. Crecimiento integrador, fomentando una economía con alto nivel de empleo que tenga cohesión social y territorial.
Asimismo, el Comunicado “EUROPA 2020: Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador” determina que esas prioridades se materialicen en cinco objetivos, a lograr en el horizonte del año 2020:
1. Empleo (para el 75% de las personas de 20 a 64 años);
2. Investigación e innovación (inversión del 3% del PIB de la UE);
3. Cambio climático y energía;
4. Educación (tasas de abandono escolar por debajo del 10%; al menos un 40% de las personas de 30 a 34 años de edad deberán completar estudios de nivel terciario);
5. Lucha contra la pobreza y la exclusión social.
La Comisión propone, además, siete iniciativas para vitalizar los avances en cada una de las prioridades, que demandarán acciones específicas a nivel local, nacional, comunitario e internacional. A saber:
1. “Unión por la innovación”;
2. “Juventud en movimiento”, para mejorar los resultados de los sistemas educativos y facilitar la entrada de los jóvenes en el mercado de trabajo;
3. “Una agenda digital para Europa”, con el fin de acelerar el despliegue de internet de alta velocidad y beneficiarse de un mercado único digital para las familias y empresas;
4. “Una Europa que utilice eficazmente los recursos”;
5. “Una política industrial para la era de la mundialización”;
6. “Agenda de nuevas cualificaciones y empleos”, para modernizar los mercados laborales y potenciar la autonomía de las personas mediante el desarrollo de capacidades a lo largo de su vida con el fin de aumentar la participación laboral y adecuar mejor la oferta y la demanda de trabajos, en particular mediante la movilidad laboral y
7. “Plataforma europea contra la pobreza”.
Con este escenario Decroly, consciente de su misión como proveedor de un servicio de interés general, cual es la formación, reflexiona cada año académico sobre las estrategias e innovaciones a incluir en su cultura corporativa, para dar respuesta a las exigentes demandas de una sociedad en cambio permanente. Así nace, incipientemente todavía, su plan estratégico 2020, cuyas líneas generales ya han sido diseñadas, y que se fortalecerán año a año, en beneficio del servicio educativo que proporciona a sus alumnos y del estatus que ocupa la organización en el ámbito educativo de Cantabria.
No es fácil. El contexto en que se encuentra Decroly es poco favorable. También lo es para el conjunto de los centros educativos (particularmente los privados), por los condicionantes limitadores establecidos por la consejería de Educación, Cultura y Deporte. La natural resistencia, en ocasiones, de sus profesionales docentes y no docentes, a asumir las innumerables funciones, imprescindibles creo yo, para atender a una nueva generación de estudiantes pertenecientes a “la era digital” -así denominada por cualificados expertos- representa una cortapisa adicional.
Tradicionalmente, hasta el pasado siglo XX, la escuela, el centro educativo, se contemplaba exclusivamente como el lugar en el que los jóvenes se instruían. Los maestros y profesores circunscribían su función profesional a la enseñanza (excepciones aparte, como la de mi maestra Dª María Torner). A día de hoy, esa concepción ha quedado obsoleta. La función académico profesional ya no es la prioritaria, en mi opinión, por el protagonismo que ha adquirido la denominada formación socializadora (y vitalista, en cierto modo, como preconizara el ilustre médico y pedagogo belga Ovide Decroly). Por otro lado, los centros educativos carecen, frecuentemente, de la estructura organizativa, del personal adecuado y de los recursos apropiados para dar respuesta a esas reivindicaciones que reclama la sociedad de 2011.
En la actualidad, nos encontramos ante el criterio generalizado de que existen unos centros educativos que disponen de recursos tecnológicos y organizativos del siglo XX para atender las necesidades que demandan los ciudadanos del siglo XXI, con profesionales docentes del siglo XIX (No en vano la Ley de Instrucción Pública de 9 de setiembre de 1857, estuvo en vigor en nuestro país hasta 1970). Sin embargo, no es el caso en Decroly. Nuestra entidad, que ciertamente recibe alumnos del siglo XXI, ha realizado los esfuerzos pertinentes para dotar al centro de los equipamientos precisos en cada momento histórico; también en esta última década. La oferta educativa y actualización de programas y ciclos, en cada año académico, ha ocupado constantemente nuestra permanente reflexión, en cooperación con la propia Administración educativa y el mundo empresarial. Las DIECISEIS unidades operativas para el curso 2011-2012 reflejan, a las claras, lo anteriormente descrito.
Con respecto a los profesores y personal no docente, los esfuerzos permanentes en materia de formación continua no dejan lugar a dudas. Los profesionales de Decroly han realizado un largo recorrido formativo que les habilita y califica para impartir docencia en este escenario económico y social de hoy en día, en el que los ciudadanos (alumnos) han nacido en la era digital y viven en un contexto absolutamente distinto del que existía hace unos pocos años. En definitiva, afirmo con orgullo que a los profesionales docentes de Decroly se les deben catalogar del siglo XXI y no de otra época.
Los profesores de Decroly poseen la competencia académica y, en su caso, profesional en una o varias especialidades. Además, un grupo significativo de ellos pasó por la Escuela de Magisterio o, en su caso, por la Facultad de Educación. En el origen, solo se les pedía un título para dar clase de una materia o módulo. Sin embargo, la educación, como la sociedad y la vida misma ha evolucionado. Hoy, al profesorado se le exigen otras muchas funciones y cualidades. Por ello, es vital una actitud positiva para incorporar las nuevas tecnologías; introducir innovadores criterios pedagógicos y aplicar metodologías activas y participativas para atender a una generación de alumnos que nada tiene que ver con aquellos que pasaban por nuestras aulas el siglo pasado. Consecuentemente, la formación permanente del profesorado en Decroly forma parte de su cultura corporativa y estratégica para contribuir a la puesta al día de todos sus docentes en las competencias profesionales y sociales que se les requieren en la actualidad.
¿Cuáles son esas demandas? Sin temor a equivocarme, algunas de las más relevantes se concretan en el mundo empresarial. Hoy, la empresa reclama una sólida preparación académica y cualificación profesional de sus empleados, y de sus potenciales trabajadores de futuro. Solo aquellos trabajadores con competencias personales, sociales y profesiones acordes con la evolución de los tiempos y las permeables exigencias de los entornos empresariales “sobrevivirán” a la reconversión postindustrial. En un contexto del más puro darwinismo empresarial –sobreviven las empresas más aptas- los empleados deben adaptarse a los cambios permanentes, muchas veces poco predecibles, para dar respuesta a la implantación de las nuevas tecnologías y la apertura de nuevas líneas de producción para competir, con garantías de éxito, en una economía globalizada.
Otras, más de carácter interno, reclaman actuaciones del docente para ejercer la función de “tutor, psicólogo, “padre”, pedagogo, cuidador, sociólogo, juez, educador, animador cultural, etc.” y que, además, desarrolle un currículo propio de la materia o módulo que imparte. También se les pide “diagnosticar necesidades de los alumnos; responder a esas necesidades de forma personalizada; mantener la disciplina; mediar en los conflictos; evaluar sus progresos; planificar diariamente las tareas; desarrollar relaciones personales con sus alumnos que faciliten el aprendizaje; detectar problemas de conducta, bulimia, anorexia, hiperactividad, xenofobia, consumo de alcohol y otras sustancias; etc.”
Es evidente que las demandas que la sociedad reclama a la escuela con énfasis, no se proporcionan en su justa medida. La consejería de Educación, Cultura y Deporte –el Gobierno de Cantabria, en suma- debe aportar los recursos materiales y humanos adecuados para posibilitar una educación del siglo XXI. Y lo que es más importante, todavía: facilitar la autonomía de los centros permitiendo su crecimiento y una oferta educativa flexible en contenido, regímenes y modalidades. Pero, también es cierto que, siendo verdad la limitación de los medios existentes, los centros educativos tienen la obligación moral de comprometerse al 101% con la sociedad, con las empresas, con las familias y con sus alumnos, dando más por menos, en un momento histórico en el que nos jugamos el futuro de toda una generación.
Decroly, desde luego, se encuentra en una situación permanente de reflexión, metamorfosis e innovación. El plan estratégico Decroly 2020 es una herramienta cambiante que se perfila cada año y, por tanto, continuará el próximo curso escolar 2011-2012. “EUROPA 2020: Una estrategia para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador”, es considerado un buen referente que nos empuja a integrar nuestro “granito de arena” en el contexto general europeo. Por supuesto, tenemos en cuenta los “Objetivos de la Educación para la década 2010-2020” establecidos por el Gobierno de España, para afrontar la realidad en nuestra país. A ello llamo, de nuevo, a toda la “familia decroliana”.
El próximo curso 2011-2012 mejorará sensiblemente la provisión del servicio educativo a nuestros estudiantes y, en su caso, a los trabajadores en las empresas. Para ello, hemos apostado por mejorar equipamientos, herramientas y materiales didácticos; actuar sobre el entorno personal de aprendizaje del alumnado; propiciar la formación permanente del profesorado que le habilite para la integración de las TIC en su práctica docente cotidiana, en el nuevo escenario de aprendizaje de alumnos nativos digitales, y por la incorporación permanente de una metodología activa, participativa y entretenida ¿por qué no?, que conduzca a la obtención de resultados de aprendizaje acordes con las demandas de la sociedad actual.
Un futuro impredecible nos obliga a trabajar juntos, en equipo, en un escenario de cambio constante de este mundo globalizado actual. Pero también, emulando a unas frases del profesor de Decroly Pablo Garralda, pasando buenos momentos, incluso algunos muy divertidos, ¿por qué no? comprobando que nuestros alumnos aprendan con nosotros y con la humildad profesional para reconocer que nosotros también aprendemos de ellos.