Pisando en tierra firme

Una sociedad madura, como la de Cantabria, debe promover una reflexión colectiva, sobre el presente y futuro de la educación en nuestra comunidad autónoma. Ahora nos encontramos en un momento muy oportuno. El Pacto de Estado por la Educación, propiciado por el ministro Gabilondo, debe ser un instrumento para alejarnos de las diarias disputas políticas y sociales sobre el sistema educativo, el nexo común que aúne esfuerzos para logar una educación de calidad, en mejora continua. ¿Qué podemos hacer en Cantabria?

 

Los últimos informes Pisa y de la OCDE constatan hechos que alimentan las discrepancias, especialmente en el ámbito político. ¿Qué valor tienen esas publicaciones? En mi opinión, fundamentalmente, facilitan información sobre el estado real de la situación educativa.

 

Los resultados de una evaluación, en general, sobre cualquier faceta de la vida, suministran cifras sobre las que siempre se debe recapacitar. Aquellos datos positivos nos proporcionarán satisfacción por el logro alcanzado, por el deber cumplido. Aquellas otras reseñas menos satisfactorias deben ser objeto de una reflexión profunda, exhaustiva, a través de un análisis serio y riguroso, implicando a todas las partes afectadas para, entre todos, consensuar la mejor opción que ataje esa debilidad, para mejorar, para lograr el objetivo. Como popularizara el presidente de los Estados Unidos Barak Obama, “¡juntos podemos”!

 

Sin embargo, la primera tentación de algunos consiste en resaltar exclusivamente aquellos resultados más favorables; otros denuncian las debilidades del sistema a través de las evidencias que nos muestran esas evaluaciones externas e independientes. Ambas posturas son loables, si se dimensionan adecuadamente y aportan, suman, argumentos de mejora continua. Las exageraciones extremas no contribuyen al pacto, al consenso, más bien, por el contrario, ralentizan las soluciones óptimas y generan discordia innecesaria e inconveniente entre los actores. Esa realidad afecta negativamente a los receptores del sistema educativo: los alumnos.

 

¡Dejemos las “peleas”, infructuosas para el sistema educativo! ¡Ya está bien de autobombo, en unos casos y de flagelación en otros! Es hora de consensuar, de pactar, de conciliar las voluntades de todos los protagonistas de “esta película” titulada Sistema Educativo de Cantabria. Ya pasó el tiempo de ponerse de acuerdo o no sobre el “¡y tú más! o  “¡y yo menos!” en relación con las responsabilidades de cada cual en las debilidades del sistema. Ahora “toca” la unión ante la adversidad, consecuencia de la crisis económica que nos invade y a la que debemos hacer frente de forma unitaria. Un instrumente de vital relevancia frente a la crisis es la educación, la formación y cualificación de los ciudadanos.

 

Hay dos alternativa posibles: bien meditamos todos juntos y buscamos puntos sólidos de consenso, a través de una reflexión colaborativa, sin ataduras partidistas ni condicionantes previos, hasta alcanzar un pacto sólido y duradero, o seguimos con la cantinela de siempre: “el problema son las familias; los profesores están desanimados, no disponen de recursos, utilizan metodologías decimonónicas, han perdido la autoridad y el reconocimiento social; ha desaparecido la cultura del esfuerzo; faltan referentes; legislación educativa cambiante sin consenso alguno; …..” Yo opto por la primera.

 

En Cantabria disponemos de la estructura suficiente en órganos colegiados de participación: Consejo Escolar de Cantabria, Consejo de la Formación Profesional de Cantabria, Mesa Sectorial de Educación, Mesa de la Concertada, Consejo de Directores, para complementar, reflexionar, consensuar y dar respuestas a la administración educativa y al Gobierno que, obviamente, disponen de sus propios medios y recursos. Sin embargo, la misión y actitud de los partidos políticos es radicalmente imprescindible y fundamental. En ellos descansa la mayor responsabilidad.

 

Pero en medio de toda esta dinámica se encuentra el día a día en la escuela, en la escuela del siglo XXI, con unas demandas que desbordan la capacidad de los recursos humanos y materiales que tiene asignados. Por ello, la reflexión, el debate y el pacto son más que una exigencia hoy, es una obligación moral para todos los actores implicados, cada uno de ellos con la responsabilidad y aportación que le corresponda. En este reto, en el desafío que representa, nos estamos jugando el futuro de nuestra sociedad. Si, el futuro inmediato de Cantabria dependerá de esta generación de jóvenes que hoy se encuentra en las aulas. Ellos son el referente.

 

En estos momentos existen modelos de referencia contrastados. Véanse aquellos países que obtienen los mejores resultados en las evaluaciones externas, por ejemplo. ¿Existe copyright sobre su bien hacer? No. entonces, ¿Cuál es el problema? ¿Qué aspectos de esos modelos nos desagradan e impiden ser importados a nuestra realidad? En definitiva, es inaplazable formularnos preguntas como: ¿Qué sociedad queremos para Cantabria? y ¿qué educación queremos para Cantabria? Estoy seguro que respondiendo a la primera cuestión, veremos un horizonte más despejado y encontraremos respuestas para contestar a la segunda.

 

En Cantabria, algunos principios se encuentran fuertemente consolidados y arraigados en nuestro sistema educativo. En esta región ya hemos apostado por una sociedad orientada a la cohesión social, al fortalecimiento de la autonomía personal, a la reducción de las desigualdades, al fomento de otros valores como la solidaridad, la implicación social, el reconocimiento de la diversidad y dignidad de todas las personas. En Cantabria hemos interiorizado vínculos de unión sólida entre educación y democracia, educación y sociedad, educación y equidad. Pero, ¿qué nos falta por hacer?

 

Me he permitido repasar algunos de los principios que guían al sistema educativo de Finlandia, uno de los mejor valorados en las evaluaciones externas. Quizá nos aporten un poco de luz que nos ayude a despejar el horizonte de la educación en Cantabria. Veamos algunos, a título de ejemplo:

 

·          igualdad de oportunidades educativas para todos sin distinción alguna;

·          no separación de sexos;

·          gratuidad absoluta;

·          ninguna separación por niveles en ningún eslabón educativo;

·          gran peso de las entidades locales en la gestión educativa;

·          fuerte proceso de cooperación entre niveles educativos y otros agentes sociales;

·          apoyo individualizado educativo y social a los alumnos con dificultades de aprendizaje;

·          una evaluación pensada en términos de desarrollo personal, que no incluye ni clasificaciones de alumnos, ni tests para seleccionar;

·          profesores con gran autonomía, pero también gran responsabilidad, y permanentemente en formación;

·          una aproximación socioconstructivista a la tarea de enseñar

 

Cantabria es una comunidad pequeña. La realidad educativa se muestra próxima, cercana.  Tenemos competencias plenas en materia de educación y formación. Los problemas educativos se encuentran bastante focalizados y, en la mayor parte de los casos, convenientemente diagnosticados. En ese sentido, nuestra realidad nos aporta ventajas por la cercanía de los asuntos frente a comunidades más extensas como Andalucía, por ejemplo.

 

Ante los problemas educativos es preciso plantear soluciones imaginativas, evitando el catastrofismo y afrontándolos como una oportunidad para mejorar y cambiar. Debemos progresar hacia un compromiso compartido en materia de mejora continua de la educación y formación. La educación no es responsabilidad única de la consejería del Educación o del gobierno de Cantabria. La educación concierne a todos, a toda la sociedad.

 

¿Qué sociedad queremos para Cantabria? y ¿Qué educación queremos para Cantabria? Son dos preguntas clave que reitero. En este caso, la respuesta no se encuentra soplando en el viento, como decía Bob Dylan en Blowin´ in the Wind. La respuesta, amigo mío, se encuentra en nuestra inteligencia; en nuestros corazones;  en el talento de todos los cántabros, en su conjunto, para abordar una reflexión seria y dinámica en el tiempo que aglutine todas las sensibilidades de los ciudadanos que viven en nuestra maravillosa región.

 

Los cántabros estamos pisando en tierra firme, en materia de educación. En su puesta en valor tiene una enorme responsabilidad la administración, pero también los partidos políticos, los agentes económicos y sociales, cada comunidad educativa, cada profesor, cada alumno, cada padre/madre. Por ello, planteo una pregunta final para esa reflexión colectiva que demando: ¿Qué puedo hacer yo por Cantabria, por su sistema educativo? Evidentemente, ello no es óbice para que quede flotando en el aire, también, una segunda cuestión: ¿Qué puede hacer el sistema educativo de Cantabria por cada uno de sus ciudadanos?

 

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