In memoriam: Rafael Luque Llama

Suena mi móvil. Contesto. Unas lacónicas palabras de Miguel Ángel Rodríguez me anuncian el sorprendente viaje de ida, sin retorno, de Rafael.

 

Hacía solamente unas semanas que, con motivo de una Junta Directiva de CECE Cantabria, compartimos unos momentos, siempre intensos y productivos, conversando sobre la situación actual de la formación profesional en Cantabria y su futuro inmediato, fruto del reciente diagnóstico elaborado por la Dirección General de FP de la Consejería de Educación. En presencia de Isabel, su inseparable compañera, escuchaba a Rafael con atención e interés, como en tantas otras ocasiones, sus particulares y sabias recetas para fortalecer nuestra contribución al desarrollo y mejora continua de la calidad de la formación profesional en estos momentos de implantación progresiva de los programas y ciclos LOE.

 

La Escuela Politécnica que fundó y dirigió le preocupó y ocupó gran parte de su vida personal y profesional. Gracias a esa dedicación, con la inestimable contribución de su equipo de profesionales, el nuevo modelo de formación profesional, regulado en la Ley Villar Palasí de 1970, encontró en Rafael, y en la Escuela Politécnica que fundó, un aliado de excepcional contribución para la implantación y posterior desarrollo de esas enseñanzas en Santander. El fortalecimiento progresivo de la formación profesional, en las cuatro últimas décadas, tuvo en Rafael uno de los baluartes más relevantes desde la órbita de los centros privados.

 

Tengo grabados en mi mente un sinfín de momentos. En una primera etapa, Rafael fue un gran consejero. Me animó y me orientó a la hora de poner en marcha un proyecto similar al que representaba la Escuela Politécnica. La unión hace la fuerza, me decía. Una reunión en la sede de CECE, ubicada entonces en la calle Juan de la Cosa de Santander, con Carmen Andérez, Sor Josefina Jordá y Rafael Luque, me ayudó a tomar la decisión definitiva para solicitar en la Dirección Provincial del MEC la apertura de un nuevo centro de formación profesional, ubicable en Santander. Así fueron los prolegómenos de DECROLY, en CECE, en la Asociación de Centros de Enseñanza Privada de Cantabria, una asociación fundada por un grupo de personas pertenecientes a instituciones religiosas y seglares entre las que se encontraba Rafael Luque. Su apoyo fue determinante. Rafael ha sido para mí un referente desde que lo conocí en 1977.

 

Durante más de tres décadas he tenido el honor de compartir intereses y esfuerzos con Rafael en defensa de la libertad de enseñanza; de la implantación de estudios de formación profesional, de forma coordinada, en beneficio de una oferta formativa plural, diversa y suficiente que respondiera a las demandas y exigencias del sistema educativo y de la sociedad cántabra en cada momento histórico.

 

Una muestra de este espíritu colaborativo, en los primeros años de la década de los 80, fue muy comentada en la ciudad de Santander. Me refiero a la decisión adoptada por Rafael, José Miguel Puente y yo mismo para implementar los estudios de formación profesional en Santander. Así nació una propuesta, que presentamos al entonces Director Provincial de Educación Don Julio Neira, para implantar los estudios de Fontanería, Electrónica e Imagen y Sonido que tuvieron una gran aceptación, dentro de la oferta educativa, durante muchos años.

 

Rafael, me has dejado huérfano profesionalmente hablando. Con estas líneas quiero dejar constancia de tu relevancia profesional en nuestra ciudad. Has sido un pionero, un referente en la historia de la formación profesional de Cantabria, por tu espíritu innovador y creativo, adelantándote en décadas a las necesidades de la sociedad, en general, y del mundo productivo, en particular.

 

Te has ido súbitamente, sin despedirte. Sin embargo, tu memoria permanecerá presente en mi alma y corazón. Tu recuerdo y tu obra me proporcionarán la energía necesaria para continuar defendiendo aquellos valores que compartimos durante todos estos años. Al sentimiento de dolor espiritual que me embarga por tu insustituible ausencia se contrapone otro de alegría inmensa producido por haberte conocido, por tu amistad y por los maravillosos e inolvidables momentos que tuve la ocasión de compartir contigo durante más de treinta años. ¡Descansa en paz!

 

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