La consolidación del programa sectorial ERASMUS, la entrada en vigor el próximo curso 2010-2011 de los nuevos formatos de educación superior derivados de la Declaración de Bolonia y el lanzamiento de la Estrategia Europea 2020 contribuyen al desarrollo del sentimiento de ciudadano europeo aportando posibilidades, retos y desafíos formativos y de empleo hasta ahora limitados para la mayor parte de los jóvenes europeos.
ERASMUS ha cambiado el entorno educativo de Europa en el ámbito de la Educación Superior. Con la perspectiva que nos proporciona el tiempo –fue implantado por la Comisión Europea en 1987- se ha convertido en uno de los programas sectoriales europeos más sobresalientes, particularmente desde la entrada en vigor del Programa de Aprendizaje Permanente (PAP) 2007 – 2013.
En ERASMUS se inspiró el Proceso de Bolonia, iniciado en 1.999 por 29 países incluido España, para la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior. Europa es, y lo será aún más en el próximo futuro, un espacio de oportunidades para todos los ciudadanos europeos. Ello será posible, entre otras razones, gracias a la progresiva materialización de unos procedimientos sencillos y fiables de reconocimiento de los títulos oficiales de cada uno de los estados miembro.
El Proceso de Bolonia ha ideado un mecanismo de transparencia, a través de un sistema de homologación de títulos de educación superior, independientemente del país, universidad o entidad de Educación Superior que expida y acredite un diploma, que permita su validación automática y su reconocimiento en Europa. Ahora los sistemas educativos convergen, son compatibles, se reconocen en todos los países que conforman el Espacio Europeo de Educación Superior y mutuamente por cada uno de ellos entre sí. El alumno se ha convertido en el eje del sistema europeo de Educación Superior. Para ello, el compromiso y determinación de 47 estados del continente Europeo –y de las regiones, en el ámbito de sus competencias de educación transferidas- ha sido de capital importancia.
Los que hemos sufrido antaño procesos burocráticos interminables para la convalidación de estudios, reconocimiento profesional de titulaciones y homologación, en su caso, de los diplomas obtenidos en un país distinto de aquel de residencia o trabajo, en la Unión Europea y en el resto de los Estados que componen el Espacio Europeo de Educación Superior, apreciamos especialmente el camino que ha recorrido Europa hasta llegar a este punto. La senda está marcada. El camino ha sido despojado de obstáculos incomprensibles que hacían perder a los europeos su condición de economistas, ingenieros, filólogos, informáticos, maestros, etc. por el mero hecho de cruzar una frontera, de haber obtenido el diploma en otro país europeo distinto de aquel de residencia, en el que desean obtener un empleo y ejercer su profesión.
Por eso suscribo la opinión de tantos expertos, profesores, estudiantes, y ciudadanos europeos sobre la relevancia e impacto del programa ERASMUS. Europa se construye de muchas maneras. Una de ellas, de singular importancia, se afianza en el sistema educativo. La Europa de la información y del conocimiento; de la innovación y creatividad; de la economía sostenible; de la multiculturalidad e integración social; de la equidad e igualdad de oportunidades exige que cada uno de los países, y las regiones, en su caso, en función del grado de transferencias de cada una de ellas, debe poner en practica aquellas políticas que posibiliten el logro de los objetivos establecidos en el programa sectorial ERASMUS del Programa de Aprendizaje Permanente (PAP) 2007 – 2013 y en el Proceso de Bolonia.
Hoy más que nunca, inmersos en una crisis económica sin precedentes, debemos reforzar nuestra identidad de europeos ante una adversidad a la que tenemos que enfrentarnos con contundencia, esfuerzo, generosidad e imaginación. No hay paso atrás ni alternativa posible. Europa ha diagnosticado las causas de la crisis; ha diseñado una estrategia para atajarla; disponemos de medios; solo nos falta determinación para salir adelante. Por ello, ante una problemática con tantas aristas yo me aferro a la educación, a los sistemas de formación inicial y, como no, a la formación continua a lo largo de toda la vida activa de los ciudadanos.
El pasado mes de marzo, los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión, a propuestas de la Comisión, aprobaron la Estrategia Europea 2020, una estrategia para un conocimiento inteligente, sostenible e integrador. La Europa de los ciudadanos, la Europa del año 2020 necesitará millones de personas para afrontar las demandas de una economía cambiante, de un mercado que exigirá un 80% de trabajadores con una alta cualificación profesional. La Estrategia Europea 2020 introduce nuevas iniciativas. Ha llegado la hora de apostar, de verdad, por la innovación y el conocimiento y por el desarrollo de una economía sostenible que posibilite un mayor nivel de empleo e integración social.
La dimensión europea de la educación y formación; el refuerzo del sentimiento de ciudadano europeo; el desafío y oportunidades que nos brinda la Europa del conocimiento, la innovación y la sostenibilidad son valores irrenunciables e irremplazables en todo Proyecto Educativo, en particular, en el ámbito de la Educación Superior. ERASMUS, el Proceso de Bolonia y ahora la Estrategia Europa 2020 nos muestran el horizonte a seguir.
En DECROLY lo tenemos claro. Apostamos por una educación de calidad que afronte los retos que demanda el siglo XXI. Ese es el camino y por él transitaremos. Ante el nuevo escenario que esta situación nos presenta, el programa Sectorial ERASMUS, el Proceso de Bolonia con la creación de un Espacio Europeo de Educación Superior y la Estrategia Europea 2020 para el conocimiento inteligente, sostenible e integrador ocupan un lugar prioritario en el ideario y Proyecto Educativo de DECROLY .
En definitiva, para alcanzar las metas que nos proponemos precisaremos interiorizar valores como el esfuerzo, responsabilidad, constancia, trabajo, sacrificio y otros muchos que nos ayuden a forjarnos como ciudadanos excelentemente formados y cualificados. Hemos de recuperar todos aquellos valores, además, que contribuyan al disfrute de un presente mejor y auguren un futuro con esperanza.
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