La fantasía de un sueño hecho realidad

La Selección Española de fútbol –“La selección”- se ha erigido en un símbolo representativo del esfuerzo, la unión, el trabajo colaborativo, el afán de superación con el que nos sentimos identificados todos los españoles.

 

Han pasado solamente unos días desde que España ganara el Campeonato Mundial de Fútbol 2010. A medida que transcurren las jornadas, desde que comenzara la competición hasta la victoria final, el domingo 12 de julio, los españoles hemos vivido en un sueño constante, en una burbuja maravillosa, en un estado de ánimo permanente que irradiaba optimismo, ilusión, fortaleza, determinación. ¡España ha tocado el cielo! Un sueño hecho realidad, gracias a “La selección”. Gracias al talento, el esfuerzo, la unión de un grupo de deportistas procedentes de equipos distintos, de rivalidad sin paliativos durante la liga que, ante una meta común, “todos a una”, ponen lo mejor de sí mismos para conseguir el objetivo final. ¡Aúpa “la selección”!, la de todos los españoles sin excepción.

 

¡Qué casualidad y qué paradoja! En el momento mas severo de una crisis jamás conocida, aparece “La selección”, participando en el Campeonato Mundial de Fútbol, y nos absorbe, nos une a todos los españoles. Y con nosotros, a no pocos extranjeros que llegaron a nuestro país buscando un mundo mejor y que comparten muchos de nuestros ideales y proyectos. Como si de magia se tratara, los españoles nos vemos progresivamente inmersos en una nube repleta de los sentimientos más profundos, insuflados en cada partido, en cada crónica del periodista más humilde de cuantos medios de comunicación siguieron el campeonato.

 

“La selección” se ha erigido en un símbolo representativo del esfuerzo, la unión, el trabajo colaborativo, el afán de superación con el que nos sentimos identificados todos los españoles. Hemos “tocado” un sueño, presente en el alma y corazón de nuestros padres y abuelos, pero también en los nuestros y de nuestros hijos. Todos hemos vibrado con “La selección”. ¡”La selección” somos todos los españoles!

 

He leído muchos libros en mi vida. Algunos han dejado huella en mí por siempre. Hoy, aún sabiendo que algún purista me rebatirá, apostato del soliloquio de Segismundo en “la Vida es sueño”, de Pedro Calderón de la Barca.  “La selección” es la responsable de mi decisión. El clamor popular que ha inspirado “La selección” se estudiará algún día en las escuelas y universidades como el evento que  concilió más voluntades jamás unidas en España. Pero volvamos a Segismundo: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.

 

Sí. Los sueños, sueños son. Pero si son grandes, si les mantenemos a la vista en la distancia corta, si trabajamos por aproximarnos, por alcanzarlos, la otrora utopía puede convertirse en una realidad. Así ha ocurrido con “La selección”, y la utopía-realidad permanece. Fotografías, vídeos, camisetas, gorras, pegatinas, mantendrán vivo el acontecimiento. ¿Habéis visto la bandera española ondeando al viento a lo largo y ancho de todo el Estado, en los balcones de muchas casas y en innumerables coches?

 

Y de nuevo aparece en mi mente una de las obras clásicas de la Literatura Española: Fuenteovejuna, de Lope de Vega. Me viene como anillo al dedo recordar la genial obra de teatro. El tema principal, como seguramente recordaréis muchos de los lectores de este escrito, resalta valores atemporales como son la unión, la determinación, la lealtad, los ideales. El levantamiento de todo un pueblo, en este caso, en contra del señor feudal, el Comendador, a quien dan muerte, nos enseña algunas claves de la firmeza de aquellos “ciudadanos”. Cuando un juez quiere aclarar el suceso, incluso utilizando las más despreciables torturas con muchos de los “vasallos”, todo el pueblo unido dicta sentencia. Esa unidad es la base del triunfo, finalmente. ¿Quién mató al Comendador?, preguntó el juez. Fuenteovejuna, Señor, contestó el pueblo al unísono. ¿Quién es Fuenteovejuna?, insistió el Juez. ¡Todos a una!, Señor.

 

Si aún sigues leyendo mis elucubraciones sobre la victoria de España en el Campeonato Mundial de Fútbol, gracias a “La selección”; “La vida es sueño” o “Fuenteovejuna”, podrías pensar que estoy desvariando. ¡Pues más bien creo que no! Intento conjugar ilusiones y valores, con referencias históricas a obras maestras de la literatura española, cuyos autores inmortalizaron cualidades y comportamientos ejemplares que nos definen a los españoles. Aspiro, además, a que estas palabras susciten una reflexión más allá del mero Campeonato Mundial de Fútbol.

 

España y los españoles hemos dado evidencias de nuestra idiosincrasia en multitud de ocasiones a lo largo de la historia. Soñadores y aventureros; trabajadores y creativos, con un talento inigualable; valientes y perseverantes; humildes y orgullosos, a la vez. El triunfo en la Copa Mundial de Fútbol nos ha recordado alguno de esos valores, muchas veces olvidados, cuando no vilipendiados. Me gusta el fútbol. Soy un habitual seguidor de mi equipo. Quienes conocen mis aficiones saben muy bien que me gusta el blanco inmaculado. Pero, “La selección” ….. “La selección” es el equipo de todos los españoles, el equipo de España, un símbolo al que acudiremos para abordar otras situaciones que nos preocupan y ocupan en el ejercicio diario de la ciudadanía activa.

 

Me considero una persona sociable y extrovertida. Durante todo el mundial de fútbol he tenido oportunidad de conversar con cientos de personas: algunos familiares, mi mujer y mi hijo Nikita, por ejemplo; otros compañeros de trabajo; muchos amigos, sin contar con tantos y tantos ciudadanos españoles y extranjeros con los que tuve la ocasión de compartir mi gran sueño –ganar el mundial de fútbol, en este caso-. Han pasado unos cuantos días y aquella unidad, aquella ilusión, aquel sueño compartido por seguidores del Racing; del Real Madrid o del Barcelona; del Valencia, del Sevilla o del Atletic; de ideas políticas y/o sociales de todo tipo de signo; niños, jóvenes y mayores; del Norte, del Sur, del Este o del Oeste; de Cantabria o del País Vasco; de Galicia o Cataluña; hombres y mujeres, en suma, de todo signo y condición, que compartimos durante más de 30 días, parece que se ha desvanecido; se diluye cuando encaramos las realidades socioeconómicas cotidianas.

 

Los eventos, actos y celebraciones en toda España el lunes y martes, 12 y 13 de julio, han dado paso a una triste realidad. El miércoles 13 y jueves 14 hemos vuelto a la pelea verbal, al “y tú más”. Se alejó el sueño y comienza, con el Debate sobre el Estado de la Nación, el desencuentro, la insolidaridad, la discrepancia permanente, la falta de espíritu colaborativo, el egoísmo, en suma, y la ausencia de altura de miras para sacar a España del atolladero en que se encuentra. En esta ocasión, “La otra selección” –los diputados, senadores y concejales elegidos por todos los españoles-; los partidos políticos; sus respectivos líderes, muestran su cara más penosa y lamentable: la desunión, aquella en que cada cual hace la “guerra” por su cuenta.

 

Zapatero y Rajoy –también otros líderes políticos- han olvidado muy pronto aquellos “sueños” colectivos, aquella unidad del pueblo de Fuenteovejuna, aquel espíritu del 11 de julio, el espíritu de “La selección”. Si. El espíritu de LA SELECCIÓN ESPAÑOLA DE FÚTBOL que concilio todas las desavenencias de los españoles ante la meta que casi “tacábamos” con nuestras manos. Sr. Zapatero, Sr. Rajoy, seamos prácticos. ¡Hagan suyos los valores de “La selección”! Los ciudadanos españoles ya lo hemos hecho.

 

¡Perdón! Me había quedado dormido. Ya he despertado. Creo que he tenido un sueño. ¡Qué pena! ¡Qué tristeza! ¡Qué desilusión!

 

Pero no me resigno. El espíritu de “La selección”, el espíritu del 11 de julio, ha calado hondo en los españoles de bien. Por eso, confío en la lucidez de la clase política; de los agentes económicos y sociales; de los grupos organizados, desde la comunidad de vecinos, a los socios de entidades deportivas y ONGs. En suma, confío en el talento de todos los españoles, sin excepción, para aunar esfuerzos y voluntades y aparcar egoísmos e ideologías excluyentes y para que nos re direccione hacia un estado posible de bienestar en el que todos podamos vivir en paz y en concordia. Todas las grandes crisis posibilitaron, a su vez, otros retos y desafíos que cambiaron positivamente las condiciones de vida de los humanos. ¡Que así sea! 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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