“Enseñar a nativos digitales”, un libro del profesor americano Marc Prensky, publicado recientemente en lengua española, introduce el término coasociación para describir un creativo e innovador método pedagógico para el nuevo panorama educativo
Apuntes de Educación ha publicado artículos como El “idioma” y el “acento” digital y noticias referidas a este autor a quien se le atribuye la autoría de los términos “inmigrantes digitales”, al referirse a los educadores y “nativos digitales”, cuando cita a los alumnos, en su mundialmente conocido artículo “On the Horizon”, publicado en 2001. Ahora, en “Enseñar a nativos digitales”, Prensky propone un nuevo concepto, la coasociación, para denominar un método que focaliza el cambio de modelo enseñanza-aprendizaje actual y futuro.
Nacido en Nueva York el 15 de marzo de 1945, Marc Prensky ha sido profesor en todos los niveles educativos, desde la educación infantil hasta la universitaria (merece la pena reflexionar sobre esta faceta); es un orador y conferenciante muy solicitado en los más prestigiosos foros educativos internacionales -ponente habitual del Global Education Forum (GEF)-; escritor y ensayista; asesor y creativo en las áreas de la educación y el aprendizaje. Prensky combina todas estas actuaciones con entrevistas a cientos de alumnos cada año, de países muy distintos de los cinco continentes. Los resultados de esa actuación le permiten ilustrar a los profesores desde la perspectiva que los estudiantes de la era digital le proporcionan.
Algunas de las preferencias de esos jóvenes muestran un elevado grado de coincidencia. Entre otras, Prensky destaca tres: crear, usando las herramientas de su tiempo; conectar con sus iguales, para expresar y compartir sus opiniones con sus compañeros de clase y con otras personas de cualquier lugar del mundo y conseguir una educación no sólo relevante sino conectada con la realidad. Esta generación de estudiantes del siglo XXI ha nacido en una sociedad en la que las cosas cambian muy rápido cada día. Por ello, el profesorado se enfrenta a la ineludible misión de motivar a cada joven a que aprenda, en ese contexto, a través de su propia iniciativa y determinación.
Los escolares y estudiantes de hoy en día no quieren, o toleran con desgana, cuando no rechazan abiertamente, las presentaciones teóricas o lecciones magistrales. ¡Se aburren! ¿Qué podemos hacer los profesores para paliar esta evidencia? Desde luego, hemos de comprender el mundo en que se mueven nuestros alumnos; su comportamiento con el grupo de afines; sus intereses y pasiones; su inteligencia emocional. Además, parece conveniente promover y acordar actividades creativas; adoptar decisiones, compartidas con ellos; incorporar contenidos que tengan un significado atractivo para sus expectativas; introducir metodologías de aprendizaje activas y participativas que muestren las ventajas “inmediatas” de la educación formal; facilitar e impulsar el uso de las nuevas tecnologías, sin restricción alguna, convirtiéndose en facilitadores de unos medios que forman parte de sus vidas desde que nacieron.
Ahora, la mayor parte del profesorado asume la necesidad inaplazable de enseñar de otra manera; de impulsar un proceso de aprendizaje –más que de enseñanza- diferente, que alinee al alumnado con los cambios exponenciales que se producen en la sociedad de la información y del conocimiento, de este siglo XXI que le ha tocado vivir y que no se reflejan en la escuela. La capacidad de atención de los estudiantes, por ejemplo, no ha variado tanto con respecto a sus homónimos del pasado siglo XX. Lo que sí ha cambiado es su intolerancia a la obsolescencia y sus necesidades vitales.
A Mark Prensky ya se le empieza a nominar con apelativos como “gurú” o “visionario” por sus respuestas a las preguntas que formula el binomio escuela – nuevas tecnologías, junto con los retos y desafíos de la educación en la era digital. En su libro “Enseñar a nativos digitales” dedica un capítulo a la coasociación, una propuesta basada en una metodología en la que los profesionales docentes consideran a los estudiantes socios en su proceso de aprendizaje, con habilidades bien distintas pero compatibles y enriquecedoras.
La coasociación implica un cambio muy significativo en las funciones de los profesionales docentes, con respecto a las desarrolladas en la era predigital. En aquel modelo, aún vigente en escuelas cuyas profesionales se aferran al inmovilismo, los profesores eran los que atesoraban el conocimiento y la información. Los alumnos eran meros receptores de ese “saber universal”. Ahora, la asunción de la coasociación conlleva dedicar un tiempo concreto, periódicamente, para que los profesores debatan con sus alumnos sobre pedagogía y metodología y les formulen preguntas como: ¿qué podríamos hacer para que tu aprendizaje sea más interesante y motivador?, ¿qué cosas relacionadas con el aprendizaje haces bien y querrías practicar más?, ¿qué otras buenas experiencias has tenido en otras clases o con otros profesores que podemos usar aquí?
Evitar, en la medida de lo posible, el modelo instruccionista basado en clases teóricas y lecciones magistrales no significa, sin embargo, que el profesional docente deba actuar de forma pasiva o carezca de elementos que proporcionar a los discentes. En El profesor facilitador: qué debe hacer y evitar, que publiqué el 08 de febrero de 2011 en este e zine Apuntes de Educación, recopilaba un dodecálogo muy ilustrativo que se aproxima a muchas de las ideas que nos presenta Prensky en “Enseñar a nativos digitales”. Hacer preguntas, moderar debates, dar una opinión como parte de ese debate, facilitar la retroalimentación de los alumnos,… son algunas de las propuestas del profesor americano, propias de una metodología coasociativa.
La metodología de la coasociación de Prensky consiste, en suma, en proporcionar a los estudiantes preguntas-guía y dejarles trabajar solos, individualmente o en grupo para que, posteriormente, contesten esas cuestiones, tras un proceso de reflexión, debate y recapitulación. Un ejemplo que refuerza este pensamiento podría ser formular a los alumnos de Administración y Finanzas preguntas, tales como ¿por qué es preciso contener la inflación? y dejar que ellos encuentren las posibles respuestas, en lugar de ”someterles” a una extensa y “brillante” lección magistral del profesor de turno sobre la teoría de Keynes al respecto.
Prensky reflexiona, también, sobre el nuevo currículo y sostiene que los contenidos que aprenden nuestros alumnos en las aulas hoy, poco o nada les ayudará para atender las exigencias que demandará la sociedad en los próximos años, por otra parte, una incógnita a nivel mundial, difícil de despejar. Eso sí, nos proporciona algunas ideas sobre las características instrumentales que deberían incorporar los nuevos currículos. Y se decanta por CINCO metahabilidades:
1. descubrir lo que hay que hacer (comportarse éticamente, pensar de forma crítica, definir metas,…);
2. Conseguir que se haga (planificar, resolver problemas, autoevaluarse,…);
3. Hacerlo con otros (asumir el liderazgo, comunicarse, interactuar,…);
4. Hacerlo de forma creativa (adaptar, investigar, diseñar,…) y
5. Mejorar continuamente (reflexionar, ser proactivo, asumir riesgos,…)
En otro orden de cosas, Prensky se muestra especialmente crítico con los debates centrados en las notas, la comparación o la graduación de los alumnos que son, dice, de una “increíble estrechez de miras”. Sin embargo, concluye, apenas se habla de las emociones y pasiones de los alumnos, ni de las habilidades que necesitan implementar para lograr su potencial, para alcanzar su meta.
Voy a concluir este post con una reflexión en voz alta. El profesor Prensky forma parte de esa generación contemporánea de empresarios, hombres creativos singulares e ilustres como Gates, Jobs, Page, Tomlinson, Punset,… Thuckerberg, Dorsey, Mullenbeg, Dentzel y de psicopedagogos como Howard Gardner –inteligencias múltiples-, Daniel Goleman –inteligencia emocional y social-, Timothy Koschmann – constructivismo social y socio constructivismo (aprendizaje colaborativo mediante las herramientas informáticas),… que han cambiado la vida de las personas, con sus aportaciones.
Los profesionales docentes de mi generación hacemos esfuerzos muy significativos para interiorizar las enseñanzas de estos personajes, con el fin de convertirlas en modus operandi en nuestra vida cotidiana. A su vez, desde el punto de vista profesional, estamos llamados romper con los tradicionales métodos y comportamientos pedagógicos del pasado, de la era analógica, para adoptar otros de esta era digital en la que vivimos en los prolegómenos del siglo XXI. Hemos de transitar desde la pedagogía “monológica”, entendida como aquella que penaliza al alumno que interrumpe, el error del discente, basada en el monólogo y la transmisión del conocimiento del docente, hacia la pedagogía “dialógica” que busca que el alumno participe, se haga preguntas, mientras quien enseña lidera el interés por el conocimiento a partir de esas preguntas y a construir el conocimiento mediante la fuerza que proporciona el compartimiento de la palabra.
De nosotros, los profesionales docentes, depende en gran medida, el futuro de los jóvenes que circulan hoy por nuestras aulas. Hemos de descender a su territorio, si queremos alcanzar los deseados resultados positivos. Si incorporamos a nuestra práctica docente cotidiana las aportaciones incuestionables de la pedagogía socioconstructivista y coasociativa comprobaremos, con evidencias irrefutables, que el alumno aprende a partir de sus propias experiencias, de su relación con el medio ambiente, de compañeros de clase y amigos, a través de trabajos individuales y grupales en el aula, mediante el uso –quizá poco controlado, hoy en día, eso sí- de los recursos que proporciona internet y, por supuesto, de las redes sociales.
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