Recordando a Dª María Torner, mi maestra

Durante toda mi vida profesional he tenido presente a Dª María, mi MAESTRA. Al cumplirse el segundo aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 19 de noviembre de 2007, me permito publicar unas líneas que escribí entonces, desde la intimidad de mis pensamientos. Repasar su biografía me reconfortó, entonces. Me ayudó, asimismo, a sustituir la tristeza que me embargaba por la alegría inmensa proporcionada por el reconocimiento de sus enseñanzas y maestría.

A Dª María Torner Gutiérrez, in memoriam

 

“Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma …..” dice el estribillo de una popular canción española. Se fue Dª María, en silencio, discretamente, sin despedirse, el pasado 19 de noviembre, a la edad de 96 años. La tristeza que embarga mi alma por la desaparición de mi MAESTRA queda compensada ampliamente por el placer y el orgullo de haber sido su discípulo, durante su magisterio en mi pueblo, Mompía, y por mantener, desde entonces, una relación permanente de cariño y respeto hacia su persona.

 

En la post guerra, y mas tarde durante la segunda mitad del pasado siglo XX, el municipio de Santa Cruz de Bezana tuvo la suerte de contar, entre sus vecinos, con Don Ismael Corral; Don Jesús Huete; Don Buenaventura González; Don Luis Gutiérrez Menocal; Dª María, personas que influyeron notablemente en su desarrollo económico social y que han dejado una huella imborrable en el ámbito personal, cultural y profesional de todos sus vecinos.

 

La trayectoria profesional de Dª María, hasta su incorporación a la escuela de Mompía el 1 de setiembre de 1954, es muy amplia. En 1938, en plena contienda civil española, es designada Maestra interina en el Barrio Obrero de Santander. Posteriormente, ejerce en la Sección Graduada del Centro de Santander; Sección Graduada de Santoña; la Hermandad de Campoo de Suso, en el pueblo de La Riva y Oruña de Piélagos. El 1 de agosto de 1942  se convierte en Propietaria Provisional con destino en la Escuela de Santander “Ramón Pelayo”. En 1943 ocupa transitoriamente plaza en Villasuso (Cieza) y Heras (Medio Cudeyo) donde permanece hasta que la otorgan plaza de Propietaria definitiva en Gornazo, a partir del 1 de octubre de 1946, último destino previo a su incorporación a Mompía.

 

En el pueblo de Mompía, la figura de Dª María, mi MAESTRA, cobró una especial relevancia. Dª María impregnó al pueblo de ilusión, de afán de superación, de expectativas de un mundo mejor para todos los niños y adolescentes.

 

Mi paso por la escuela de Mompía se inicia semanas antes de cumplir los 6 años de edad, en setiembre de 1957, y finaliza en junio de 1962. En Setiembre de ese año, inicio el Bachillerato en el Colegio Calasanz de los PP Escolapios de Santander. Recuerdo a Dª María con su bata blanca, impecablemente limpia y planchada, con un aspecto señorial, pero cercana a todos los niños y familias.

 

Dª María me inculcó valores y hábitos atemporales a los que ninguna sociedad moderna debe renunciar: esfuerzo, respeto, amistad, afán de superación, placer por aprender y por emprender. Me enseñó a leer. Me aficionó a la lectura a través de aquellos pocos libros que contenía “el armario” –biblioteca- de la escuela. ¡Que pedazo de Maestra! Leíamos todos los niños, todos los días. Aun recuerdo aquel libro de biografías que recientemente he visto en el Centro de Recursos, Interpretación y Estudios de la Escuela, de la Consejería de Educación para la conservación y recuperación del Patrimonio Histórico Escolar de Cantabria: Cien Figuras Españolas, de hijos de Santiago Rodríguez Burgos. Era mi favorito. Recuerdo también el rostro de Dª María cuando un día, en la habitual sesión diaria de lectura, me puso a leer la biografía de Palafox. Atónita comprobaba que no leía sino que recitaba, mirándola a su cara, mientras corregía actividades de otros niños. Es cierto que había pocos libros en la biblioteca, pero también es cierto que, a fuerza de leer todos los días, muchos de aquellos niños, entre los que me encontraba, éramos capaces de recitar textos completos.

 

Dª María trabajaba en equipo. Tenía su particular manera de organizar el trabajo de forma que todos estuviéramos ocupados. Existía una cierta jerarquía en la que los niños mayores ayudaban a Dª María con algunas actividades de los más pequeños. En “mi escuela” leíamos todos los días; escribíamos al dictado todos los días; hacíamos “las cuentas” todos los días y aún nos quedaba tiempo para dibujar, estudiar “la lección”, aprender in situ en salidas al campo, etc.

 

Y qué decir de las tutorías. Aquellas si que eran unas verdaderas tutorías: Dª María iba a casa de los niños a hablar con sus padres –algunas veces a regañarles, por que las labores domésticas y del campo impedían a sus hijos asistir a clase-. Yo lo recuerdo muy bien. Dª María jamás lo consintió. El ejemplo lo tengo en mi propia familia. A mi me encantaba ir a la escuela. A mis hermanos los mellizos, por ejemplo, les encantaba ir a cuidar las vacas al campo. Recuerdo muchos momentos en los que Dª María, en su camino hacia la escuela, paraba en mi casa a recogernos a todos, a José Luis, a Isabel y, en particular a Sinforiano y a Carlos.

 

Dª María era el ejemplo de la atención personalizada. A cada uno daba lo que necesitábamos, en función de nuestra edad y evolución escolar. Dª María se preocupaba por nuestro futuro. De acuerdo con las cualidades que observaba en cada uno de sus discípulos, recomendaba a sus respectivos padres el camino a seguir, continuando su formación, a través del hoy IES Augusto González Linares o de los centros de bachillerato: Salesianos –Mª Auxiliadora-, Colegio Calasanz de los PP Escolapios de Santander o La Milagrosa de Polanco -Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl-, entre otros. Gestionaba los internados, cuando era imprescindible; tramitaba las becas de Diputación o del propio Centro. En mi caso ambas. Permítaseme aquí hacer un reconocimiento al Colegio Calasanz de los PP Escolapios de Santander que me becó y posibilitó mi matrícula en ese centro.

 

Hace poco más de dos años, el 6 de marzo de 2005, sus discípulos del pueblo de Mompía hicimos un merecido homenaje a Dª María. A sus 94 años,  Dª María mantenía la jovialidad y el espíritu juvenil y alegre con que todos la recordábamos. En aquella ocasión, la manifesté mi agradecimiento por lo que ha representado para todos los ciudadanos del pueblo de Mompía y para mí, en particular. La Consejera de Educación Rosa Eva Díaz Tezanos se unió, asimismo, a su homenaje.  En el escrito manuscrito que remitió a Dª María reconoció el papel esencial de Dª María y de todos los maestros y maestras de su generación en aquellos difíciles momentos de la post guerra.

 

Recuerdo que, con motivo de  mi examen de ingreso para acceder al bachillerato que me tocó cursar, y ante la imposibilidad de llevarme mi padre o mi madre –aparte del trabajo en el campo, no sabían muy bien siquiera donde estaba enclavado en Instituto Santa Clara, lugar en donde se realizaban esos exámenes- Dª María vino a Mompía desde Santander, como todos los días, cerró la escuela, me recogió en mi casa, y regresó a Santander de nuevo conmigo para acompañarme al Instituto Santa Clara y poder examinarme. Aquel gesto cambió mi vida. Nunca tendré palabras suficientes de agradecimiento.

 

Dª María no enfermaba. Perdón, quiero decir que nunca dejó desasistida a “su escuela” y a “sus niños”. Recuerdo que, en no pocas ocasiones, ante la salud siempre precaria de Dª María, la sustituía bien su hija Ana María, bien su hija Gloria. Aunque menos intenso, como es natural, también tengo recuerdos maravillosos de Ana María y Gloria que, como buenas hijas de su madre, dejaron huella en su paso ocasional por la Escuela de Mompía.

 

Hasta la llegada de Dª MARÍA, Mompía era un pueblo pequeño y humilde, con unos vecinos trabajadores y honestos, amantes de su familia y preocupados por el porvenir de sus hijos.

 

Dª María trajo la ilusión a nuestras familias, generó en ellas la preocupación y el interés para que sus hijos afrontaran la vida con una visión más amplia. Dª María  se preocupó de los niños, de nosotros. Hablaba con nuestros padres, animándoles a que  permitieran a sus hijos tener otros horizontes nuevos en sus vidas, distintos de los que el pueblo podría proporcionarles.

 

Con Dª María arribó la educación y el progreso. Hasta su llegada todos los vecinos del pueblo eran ganaderos y amas de casa. Las siguientes generaciones hemos aportado un amplio abanico de profesionales, a pesar de lo pequeño del pueblo: Ganaderos más cualificados, Mecánicos, Albañiles, Carpinteros, Tratantes, Administrativos, Enfermeras, Maestros, ingenieros, empresarios.

 

Mompía sigue siendo un pueblo de poco más de 30 vecinos. En la mayor parte de sus casas vive un alumno tuyo, Dª María. En cada casa vive una familia que te ha querido y que te quiere; que te recuerda como una persona singular que ayudó a desarrollarnos; nos formó y nos proporcionó las herramientas que nos han permitido vivir en una constante superación y a ser mejores personas.

 

Dª María, una MAESTRA ejemplar, te llevaré siempre en mi corazón. Has sido una de las personas más  influyentes en mi vida y me arriesgo a no equivocarme si afirmo que has sido también la persona más influyente en toda la historia de mi pueblo, Mompía. ¡Descansa en paz!

 

 

 

 

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