Algunos entendemos que la función natural del Estado es aquella destinada a entorpecer la vida de la gente, restringir la libertad individual y arrebatarle su dinero.
Esta es mi postura, existen otros que no satisfechos que la función depredadora del Estado se quede en un mero ejercicio de imposición se convierten en ayatolas del pensamiento único socio-consciente, donde plasmando su aspiración de ingenieros de almas intenta quebrar la voluntad de las personas utilizando la hedionda táctica de infundir sentimientos de culpabilidad.
Así, los que protestan por el saqueo que padecen con los impuestos son calificados de codiciosos, si no admiten la inmigración masiva sin controles son insolidarios y egoístas, si se oponen al Estado parasitario son interesados que no quieren el bienestar común. Como les parece insuficiente que a la gente el Estado les condiciones la vida quieren dictarles como debe ser su pensamiento, son estos meapilas del buenísmo con alma negra que desde siempre, pero ahora más con los medios disponibles, quieren entrar en la conciencia de las personas para adueñándose de ella decirles como deben pensar, todo ello bajo las capas de cinismo más abyectas.
Digo siempre y quienes me han seguido a través de mis artículos lo conocen, que el estado se ha convertido en el gran enemigo del individuo, al que ha colmatado de normas e impuestos.
Son estos defensores del estado anti libertad los que se empeñan en infundir sentimientos de culpa, ya sean estos por el bienestar privado o por la miseria ajena, para de esta forma auto otorgarse el papel de conciencia de la masa, poniéndose al frente de la coerción de las libertades.
Ante esta agresión hay que mantenerse firme, por decencia intelectual, la batalla no es solamente por planteamientos de praxis política, no es que los conservadores, los socialdemócratas o los liberales expongan principios, líneas de actuación o modelos políticos para que los ciudadanos decidan, no, se trata de imponer un único modelo de pensamiento que responda a los criterios del pensamiento líquido, cuya principal consecuencia es el ataque a la libertad que empieza por la conciencia.
No se puede negar que hay asuntos de calado ideológico y de convivencia que se sacan al escenario de lo público para ahondar más en las diferencias, hay cuestiones que dividen y ello no puede obviarse, todo el mundo puede pensar como quiera y proponer cualquier cosa dentro de la Constitución, pero no tiene derecho a crear conflicto ni provocar guerras de conciencia. Dejemos que cada uno piense o crea lo que quiera, tratar de imponer unos determinados principios lo que pone en peligro es la libertad que empieza precisamente por ahí…. por la libertad de conciencia.