Minorias organizadas

Una de las  características que tiene la sociedad española, no solamente en el ámbito político, es la cobardía, es una sociedad mansurrona incapaz de plantar cara y decir basta a las minorías organizadas de alma totalitaria y comportamientos de apache chiricahua que asolan la Nación con una pretendida superioridad moral, depredadores del dinero de los contribuyentes y refractarias  a las libertades individuales, que idéntico a los meapilas del buenísmo están empecinados en decirle a los ciudadanos como deben comportarse.

Esta característica de la sociedad en la que vivimos es perfectamente trasladable a muchos políticos, son capaces de aceptar casi cualquier propuesta para evitarse  problemas y protestas, eso si, siempre a costa de los contribuyentes, ya sea elaborando normas ad-hoc para contentar las demandas de los que no quieren contentarse, no han sido elegidos para nada y cuyos niveles de representatividad son ínfimos o regándoles a subvenciones.

Hay que admitir la capacidad de estas minorías para presionar por diversos métodos, además de alcanzar un acceso amplio a los medios de comunicación, lo cual les otorga una presencia e importancia mediática que ni ellos ni sus causa objetivamente merecen.

Puesta así la situación no puede sorprender que broten como cerezas este tipo de grupos y grupúsculos. Aquí siempre hemos tenido ecologistas de causas selectivas dependiendo del color político de la administración  a la que se pretende montar la escandalera, lo mismo que algunos asociaciones de padres de alumnos, auténticos dependientes de la manifa y la artificial queja desgarrada si el color político del Consejero de turno les da asquito. De todas formas como  el ecosistema les favorece aparecen constantemente minorías organizadas de pulsión absolutista, una de ellas en mi querida Santander que con el espíritu característico de estos galeotes del bien común pretende imponernos a los santanderinos por donde debemos transitar, cual debe ser la duración de los semáforos y que ante bicicletas sin matrícula, sin impuesto de circulación, sin seguro, los automovilistas deben ser proscritos en su propia Ciudad.

Es condición de estas minorías su manejo de los tiempos, seleccionar adecuadamente la institución u organismo que situarán bajo sospecha, pues saben que tendrán generosa cobertura de unos medios papanatas que no mostrarán el mismo  interés cuando se demuestre los fantasioso o amañado de sus montajes.

Pero no camparían a sus anchas sin contar con gobiernos colaboracionistas y ciudadanos que miran hacia otro lado sin darse cuente que cada vez que estas minorías totalitarias se imponen nos cuesta dinero y libertad.

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