«Bajo el palio de la luz crepuscular» así dice la canción popularizada por el cantante que disfruta de un busto totalmente inmerecido sobre la Bahía y que me permite titular sobre el crespúsculo que de forma inexorable se abate sobre Santander.
La Capital de Cantabria que desde 1979 a raíz de las primeras Elecciones Municipales democráticas experimentó una evidente transformación y mejora merced al impulso de los distintos Alcaldes y Equipos de Gobierno que durante décadas acometieron un trabajo continuo, dotando a la Ciudad de todo tipo de infraestructuras que la situaron en el panorama nacional tanto en el ámbito turístico como comercial y cultural, además de facilitar la vida de los santanderinos en los espacios y actividades comunes.
Esta buena situación que desde luego no lo fue por generación espontánea sino por la aplicación de ideas claras e impulso político decidido empieza a languidecer durante los últimos ocho años , no teniendo presente que las ciudades envejecen. De ello estamos siendo testigos.
Es evidente que Santander está padeciendo la conjunción, en este espacio temporal, de unos munícipes dedicados a inventar no se sabe que cosas, la instrumentalización de la Ciudad para mayores glorias personales, unos equipos de gobierno municipal deficientes y una morosidad intelectual más que notable a la hora de afrontar políticas de futuro, de tal forma que la parálisis que nos afecta ha incidido tanto en la importancia poblacional como en el nivel de renta de los santanderinos y la actividad económica de la Ciudad.
Esta ausencia de ideas y proyecto para la Ciudad ha tenido entre otras consecuencias un descenso del número de habitantes hasta situarlo en poco más de los 172.000,lo que además de significar una disminución del entorno del seis por ciento supone un menor pulso económico que afecta negativamente a toda la cadena económico – comercial que Santander sitúa en el mercado y que influye sobre el resto de indicadores, reflejándose como se refleja en la Renta Bruta que estancada en los 29.000 euros está siendo superada en estos momentos por municipios como Santa Cruz de Bezana, Castro Urdiales o Piélagos, lo que implica perder la posición de liderazgo que de manera ininterrumpida ha disfrutado durante décadas y décadas en el conjunto de la Comunidad Autónoma con la perdida de atractivo social y económico que ello significa, además de los costes añadidos en la competitiva sociedad actual donde toda pérdida de posicionamiento tiene precio añadido a pagar.
Además como si esto no fuera suficiente, esta impericia municipal se está viendo acompañada frecuentemente por unos desahogados socio – conscientes que manifiestan estar muy preocupados ( en algunos asuntos ) por el devenir santanderino.
Conviene señalar que en este deterioro santanderino la cofradia de enojados situados en «dígame de que proyecto se trata que nos oponemos» puede reclamar muy merecidamente derechos de autor sobre este crepúsculo.
No ha habido en estos últimos años proyecto para la Ciudad, tanto público como privado, que en esto hay que admitir que su contumacia no establece distingos, en donde estos autolegitimados ciudadanos no salgan como panteras con amígdalas a oponerse, da lo mismo, lo que sea si ellos no son los progenitores del proyecto y como les encargan poco les aguantamos mucho, pues creyéndose como se creen Emeterio o Celedonio todo asunto que no cuente con su Nihil Obstat es automáticamente descalificado, sometiendo de manera constante a cualquier innovación a un estrés insoportable.
Esto es así, la realidad : Pérdida cierta y constatable de pujanza poblacional, de actividad empresarial y niveles de renta … asuntos de calado que no tienen nada que ver con la melonada del «marco incomparable» que retrata perfectamente la incompetencia municipal y también a algunos grupúsculos que creyéndose que son algo, lo único demostrable es que cuentan con amigos en algunos medios que les publicitan sus reaccionarios planteamientos.